Tenemos unos padres de ojos marrones, cada uno de los cuales tiene algún ascendiente de ojos azules. Ambos llevan en sus cromosomas el carácter que indica ojos azules, si bien en estado recesivo, pues de lo contrario los dos tendrían los ojos de ese color.
Si el azar hace que cada progenitor transmita al niño el carácter «ojos azules», éste es reforzado y se convierte en dominante; por consiguiente, el niño puede tener los ojos azules.
Esta transmisión de las particularidades físicas se da igualmente en el caso de las características morales, los rasgos del carácter y las dotes artísticas, si bien en este campo las cosas no resultan tan claras, dada la influencia preponderante del ambiente (entorno social, educación, amistades, etc.), que impone su impronta particular.
Es asimismo indiscutible que ciertas «debilidades» constitucionales o ciertas afecciones pueden ser transmitidas por la herencia. Citemos las «tendencias» hereditarias más conocidas: reumatismo, fragilidad venosa y varices, diabetes, asma, etc. Respecto a las enfermedades de transmisión hereditaria, citaré la hemofilia, el albinismo, ciertas sorderas, etcétera.
La posible existencia de esas taras en estado recesivo, es decir oculto, explica por qué los matrimonios consanguíneos son absolutamente desaconsejables. El hecho de tener los mismos ascendientes aumenta el riesgo de que ambos progenitores tengan la misma tara en estado recesivo, favoreciendo su aparición en el niño.
Resumiendo, queda claro ahora que tu hijo va a recibir en herencia una multitud de posibles características físicas e intelectuales, que se combinarán o se eliminarán unas a otras, siguiendo las leyes de la genética y las leyes que rigen las matemáticas de los grandes números.
La complejidad de tales procesos hace que al final las características del niño parezcan depender del azar, si bien con una clara pero imprevisible influencia de los ascendientes más directos: los padres y los abuelos.
Si el azar hace que cada progenitor transmita al niño el carácter «ojos azules», éste es reforzado y se convierte en dominante; por consiguiente, el niño puede tener los ojos azules.
Esta transmisión de las particularidades físicas se da igualmente en el caso de las características morales, los rasgos del carácter y las dotes artísticas, si bien en este campo las cosas no resultan tan claras, dada la influencia preponderante del ambiente (entorno social, educación, amistades, etc.), que impone su impronta particular.
Es asimismo indiscutible que ciertas «debilidades» constitucionales o ciertas afecciones pueden ser transmitidas por la herencia. Citemos las «tendencias» hereditarias más conocidas: reumatismo, fragilidad venosa y varices, diabetes, asma, etc. Respecto a las enfermedades de transmisión hereditaria, citaré la hemofilia, el albinismo, ciertas sorderas, etcétera.
La posible existencia de esas taras en estado recesivo, es decir oculto, explica por qué los matrimonios consanguíneos son absolutamente desaconsejables. El hecho de tener los mismos ascendientes aumenta el riesgo de que ambos progenitores tengan la misma tara en estado recesivo, favoreciendo su aparición en el niño.
Resumiendo, queda claro ahora que tu hijo va a recibir en herencia una multitud de posibles características físicas e intelectuales, que se combinarán o se eliminarán unas a otras, siguiendo las leyes de la genética y las leyes que rigen las matemáticas de los grandes números.
La complejidad de tales procesos hace que al final las características del niño parezcan depender del azar, si bien con una clara pero imprevisible influencia de los ascendientes más directos: los padres y los abuelos.
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