El psiquismo del feto
De ese modo, la madre nutriría al niño no sólo con su vida y su sangre, sino asimismo con su experiencia psíquica por medio de sus sueños.
«Las pruebas se acumulan en vista del hecho de que el sistema nervioso del recién nacido da a su entorno respuestas de plena madurez. Durante muchos años, se creía que la piel de los lactantes carecía de reacción galvánica2 a los estímulos sensoriales; sin embargo, un investigador demostró que dicha reacción existía en niños de tres a once meses.
Más recientemente, un equipo de la universidad de Hawai ha constatado ese reflejo en niños de pocas horas de vida. Otro equipo ha demostrado que los recién nacidos reconocen olores. Un investigador de Leningrado ha probado que, tan sólo dos horas después de su nacimiento, el niño es capaz de orientarse por los ruidos. Otros científicos han establecido, de modo incontestable, que tanto en el caso del hombre como en el del animal el recién nacido experimenta el temor al vacío.»
Podría multiplicar las citas y los ejemplos página tras página a fin de demostrar lo que constituye en la actualidad una evidencia en el mundo científico: hasta hace pocos años, hemos subestimado vergonzosamente —por no decir ignorado del todo— las posibilidades del feto hacia el final del embarazo, y del recién nacido durante los primeros días de vida.
Tanto el feto como el recién nacido no sólo son capaces de sentir, no sólo son capaces de guardar de modo definitivo el recuerdo de las emociones recogidas antes, durante y después del nacimiento, sino que presentan además una potencialidad de maduración cerebral y sensorial que sólo espera desarrollarse en las horas y días que siguen al nacimiento.
Por el momento, quisiera sobre todo hacerte comprender que las posibilidades reales del cerebro y de los sentidos del feto y del recién nacido son muy superiores a lo que se creía, y pueden ser mejoradas. En efecto, es cierto que el ser humano, al nacer, está dotado de posibilidades, de capacidades que por ahora siguen siendo mal conocidas u olvidadas.
De ese modo, la madre nutriría al niño no sólo con su vida y su sangre, sino asimismo con su experiencia psíquica por medio de sus sueños.
«Las pruebas se acumulan en vista del hecho de que el sistema nervioso del recién nacido da a su entorno respuestas de plena madurez. Durante muchos años, se creía que la piel de los lactantes carecía de reacción galvánica2 a los estímulos sensoriales; sin embargo, un investigador demostró que dicha reacción existía en niños de tres a once meses.
Más recientemente, un equipo de la universidad de Hawai ha constatado ese reflejo en niños de pocas horas de vida. Otro equipo ha demostrado que los recién nacidos reconocen olores. Un investigador de Leningrado ha probado que, tan sólo dos horas después de su nacimiento, el niño es capaz de orientarse por los ruidos. Otros científicos han establecido, de modo incontestable, que tanto en el caso del hombre como en el del animal el recién nacido experimenta el temor al vacío.»
Podría multiplicar las citas y los ejemplos página tras página a fin de demostrar lo que constituye en la actualidad una evidencia en el mundo científico: hasta hace pocos años, hemos subestimado vergonzosamente —por no decir ignorado del todo— las posibilidades del feto hacia el final del embarazo, y del recién nacido durante los primeros días de vida.
Tanto el feto como el recién nacido no sólo son capaces de sentir, no sólo son capaces de guardar de modo definitivo el recuerdo de las emociones recogidas antes, durante y después del nacimiento, sino que presentan además una potencialidad de maduración cerebral y sensorial que sólo espera desarrollarse en las horas y días que siguen al nacimiento.
En la última parte de esta obra, procederé a explicar los importantes y recientes descubrimientos llevados a cabo en el dominio del precoz desarrollo intelectual y psíquico del niño. Mostraré cómo esos descubrimientos vuelven a cuestionar las teorías oficialmente establecidas y arrojan una nueva luz sobre la relación madre-hijo —lo que yo denomino el «maternaje»—, en relación con los trabajos de etnólogos y zoólogos.
Por el momento, quisiera sobre todo hacerte comprender que las posibilidades reales del cerebro y de los sentidos del feto y del recién nacido son muy superiores a lo que se creía, y pueden ser mejoradas. En efecto, es cierto que el ser humano, al nacer, está dotado de posibilidades, de capacidades que por ahora siguen siendo mal conocidas u olvidadas.