Sin duda, los tres últimos meses te parecerán los más largos de todo el embarazo, y el sentimiento de que «esto no se acaba nunca» se agudizará en los últimos días. La espera desde luego es larga, una vez superado el asombro y la fascinación de los primeros meses.
De pronto, te sientes impaciente, ardes en deseos de ver y acariciar a esa criatura que sientes moverse dentro de ti desde hace semanas, semanas que te parecen años.
Sin embargo, debes tener paciencia, incluso aunque el vientre te pese cada vez más y sientas pesadez en las piernas. No hagas caso de esas pequeñas molestias de tu estado que te asaltan cada vez con mayor frecuencia, no te impacientes, pues los tres últimos meses son muy importantes para tu hijo; es el momento de «dar los últimos toques», el momento en que el niño adquiere por completo el alto grado de perfeccionamiento que hace del ser humano el animal más extraordinario del planeta.
El bebé va a dar un perfecto acabado a la fabricación de sus órganos, en particular el cerebro, los pulmones y el hígado. Eso explica por qué un nacimiento prematuro es perjudicial para el niño, y será más perjudicial cuanto más prematuro sea. Si bien a partir de los ocho meses se puede considerar que el niño ha concluido, prácticamente, su «puesta a punto», antes de los ocho meses, por el contrario, pueden surgir ciertas dificultades a causa de la maduración incompleta de los centros respiratorios, el hígado y el cerebro. Así pues, el niño requiere un mínimo indispensable de ocho meses para alcanzar el grado de madurez necesario.
Al mismo tiempo, tu hijo aumentará de talla y peso. Al concluir el séptimo mes de embarazo medirá 35 cm, aproximadamente, y pesará de 2.000 a 2.500 g; al final del octavo mes, las cifras serán 45 cm y de 2.500 a 2.800 gramos. Y en el momento de su nacimiento, la talla del bebé es de 50 cm y pesa entre 3.00 y 3.500 g, como término medio.
Finalmente, manifiesta su presencia moviéndose, de un modo más o menos violento y continuo. Al comienzo del cuarto mes del embarazo, percibes por primera vez su movimiento, con gran estupefacción y alegría. Después lo notas muy claramente varias veces al día, y el niño se manifiesta incluso durante la noche, despertándote.
Sus movimientos pueden producir «protuberancias» sobre tu vientre, en el lugar en que apoya la cabeza o las extremidades, pero dichas protuberancias son siempre localizadas, muy distintas de las contracciones, las cuales provocan un endurecimiento global de la pared uterina. Las contracciones son casi siempre anormales durante el embarazo, y debes consultar al médico si éstas se producen.
Por otra parte, el niño tenderá a calmarse y a moverse más suavemente y con menor frecuencia durante el último mes, lo cual no debe inquietarte. Sin embargo, no sería normal que dejaras de sentir sus movimientos; de ser así, no dudes en avisar al médico de inmediato.
De pronto, te sientes impaciente, ardes en deseos de ver y acariciar a esa criatura que sientes moverse dentro de ti desde hace semanas, semanas que te parecen años.
Sin embargo, debes tener paciencia, incluso aunque el vientre te pese cada vez más y sientas pesadez en las piernas. No hagas caso de esas pequeñas molestias de tu estado que te asaltan cada vez con mayor frecuencia, no te impacientes, pues los tres últimos meses son muy importantes para tu hijo; es el momento de «dar los últimos toques», el momento en que el niño adquiere por completo el alto grado de perfeccionamiento que hace del ser humano el animal más extraordinario del planeta.
El bebé va a dar un perfecto acabado a la fabricación de sus órganos, en particular el cerebro, los pulmones y el hígado. Eso explica por qué un nacimiento prematuro es perjudicial para el niño, y será más perjudicial cuanto más prematuro sea. Si bien a partir de los ocho meses se puede considerar que el niño ha concluido, prácticamente, su «puesta a punto», antes de los ocho meses, por el contrario, pueden surgir ciertas dificultades a causa de la maduración incompleta de los centros respiratorios, el hígado y el cerebro. Así pues, el niño requiere un mínimo indispensable de ocho meses para alcanzar el grado de madurez necesario.
Al mismo tiempo, tu hijo aumentará de talla y peso. Al concluir el séptimo mes de embarazo medirá 35 cm, aproximadamente, y pesará de 2.000 a 2.500 g; al final del octavo mes, las cifras serán 45 cm y de 2.500 a 2.800 gramos. Y en el momento de su nacimiento, la talla del bebé es de 50 cm y pesa entre 3.00 y 3.500 g, como término medio.
Finalmente, manifiesta su presencia moviéndose, de un modo más o menos violento y continuo. Al comienzo del cuarto mes del embarazo, percibes por primera vez su movimiento, con gran estupefacción y alegría. Después lo notas muy claramente varias veces al día, y el niño se manifiesta incluso durante la noche, despertándote.
Sus movimientos pueden producir «protuberancias» sobre tu vientre, en el lugar en que apoya la cabeza o las extremidades, pero dichas protuberancias son siempre localizadas, muy distintas de las contracciones, las cuales provocan un endurecimiento global de la pared uterina. Las contracciones son casi siempre anormales durante el embarazo, y debes consultar al médico si éstas se producen.
Por otra parte, el niño tenderá a calmarse y a moverse más suavemente y con menor frecuencia durante el último mes, lo cual no debe inquietarte. Sin embargo, no sería normal que dejaras de sentir sus movimientos; de ser así, no dudes en avisar al médico de inmediato.
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