La Maternidad y la relación ideal entre madre e hijo forman parte desde hace milenios de las más antiguas tradiciones de la humanidad, en todas las latitudes.
Veamos cómo describe Arnaud Desjardins la relación entre madre e hijo tal como existía en la India antes de que la «civilización» occidental trastocara todas las tradiciones:
«... Todo era concebido para evitar al bebé, y después al niño, los traumas, las frustraciones, las dificultades de adaptación que son la fuente de las neurosis futuras. La relación de un niño con su madre, liberada ésta de cualquier otra tarea o responsabilidad que no sea ocuparse de él, la posterior entrada en juego del padre, el alejamiento progresivo de ambos, todo estaba previsto para permitir al niño adaptarse sin tropiezos al mundo exterior.
»La influencia de la madre sobre el niño —y en consecuencia sobre el futuro adulto— comienza desde el embarazo. Cualquier trastorno que afecte a la mujer encinta afecta también, y para siempre, al ser que lleva en su interior. En la tradición hindú, a la futura madre se la protege de toda contrariedad, y se la considera sagrada. En occidente, en la actualidad, las embarazadas se dispersan en todo tipo de actividades y preocupaciones.
»... Después, hacia la edad de siete años, al niño se le pone interno con un preceptor o gurú; no lo educan pues sus padres. El gurú se halla en condiciones de adoptar con los niños una actitud objetiva, exenta de las reacciones emocionales que los padres tienen frente a sus hijos. Así, los niños se hallan libres de la proyección de las neurosis paternas sobre ellos, lo que constituye la más grave enfermedad del mundo actual...»
Es interesante constatar que en esta última frase volvemos a hallar una de las afirmaciones formuladas por un gran psicoterapeuta occidental: Arthur Janov. La investigación occidental de vanguardia se une así a la tradición oriental.
Veamos cómo describe Arnaud Desjardins la relación entre madre e hijo tal como existía en la India antes de que la «civilización» occidental trastocara todas las tradiciones:
«... Todo era concebido para evitar al bebé, y después al niño, los traumas, las frustraciones, las dificultades de adaptación que son la fuente de las neurosis futuras. La relación de un niño con su madre, liberada ésta de cualquier otra tarea o responsabilidad que no sea ocuparse de él, la posterior entrada en juego del padre, el alejamiento progresivo de ambos, todo estaba previsto para permitir al niño adaptarse sin tropiezos al mundo exterior.
»La influencia de la madre sobre el niño —y en consecuencia sobre el futuro adulto— comienza desde el embarazo. Cualquier trastorno que afecte a la mujer encinta afecta también, y para siempre, al ser que lleva en su interior. En la tradición hindú, a la futura madre se la protege de toda contrariedad, y se la considera sagrada. En occidente, en la actualidad, las embarazadas se dispersan en todo tipo de actividades y preocupaciones.
»... Después, hacia la edad de siete años, al niño se le pone interno con un preceptor o gurú; no lo educan pues sus padres. El gurú se halla en condiciones de adoptar con los niños una actitud objetiva, exenta de las reacciones emocionales que los padres tienen frente a sus hijos. Así, los niños se hallan libres de la proyección de las neurosis paternas sobre ellos, lo que constituye la más grave enfermedad del mundo actual...»
Es interesante constatar que en esta última frase volvemos a hallar una de las afirmaciones formuladas por un gran psicoterapeuta occidental: Arthur Janov. La investigación occidental de vanguardia se une así a la tradición oriental.