El célebre pediatra Bruno Bettelheim defiende ideas extraordinariamente similares a las expuestas en este blog, a saber: al maternaje debe suceder una educación aportada a ser posible por una persona ajena a la familia; la angustia y la neurosis de los padres afecta y se transmite al hijo; bajo la influencia de la opresión de los padres, el niño pronto rechaza su propia personalidad, para tratar de adoptar la imagen de lo que sus padres esperan de él; cualquier descontento de los padres culpabiliza de modo trágico al hijo.
Veamos lo que dice Bettelheim:
«Paradójicamente, a menudo les resulta más difícil a los padres enfrentarse a los problemas de sus hijos que a los de personas extrañas, porque los padres parten con frecuencia de una posición falsa: "Es mi hijo, yo sé lo que es bueno para él". Ahora bien, los hijos han aprendido a disimular ante sus padres lo que sienten, porque las reacciones de los padres son por supuesto las que les crean mayor ansiedad [...].
»Los niños, todos los niños, detestan que desplacemos sobre ellos nuestros propios problemas. Cuando se les dice: "Haz eso, es por tu bien" y sienten que en realidad uno no se lo pide por el bien de ellos sino por el suyo propio, experimentan un gran resentimiento [...]. Todos los niños sufren al ser utilizados para fines ajenos [...].
»Es preciso destacar que no hay nada más difícil de soportar para un niño que la inseguridad de sus padres. Siempre piensa que si sus padres se preocupan es por su causa, y ello engendra un intenso sentimiento de culpa que a veces puede ser destructor.
»Lo que cuenta en la relación entre padres e hijos no es lo que se es, ni siquiera lo que se hace, sino lo que los niños ven, es decir la imagen que se hacen de sus padres [...]. Pienso que debemos aceptar al niño desde su aparición, desde el primer momento de su nacimiento, como una potencia propia. Y debemos respetarle en tanto que tal.»
Veamos lo que dice Bettelheim:
«Paradójicamente, a menudo les resulta más difícil a los padres enfrentarse a los problemas de sus hijos que a los de personas extrañas, porque los padres parten con frecuencia de una posición falsa: "Es mi hijo, yo sé lo que es bueno para él". Ahora bien, los hijos han aprendido a disimular ante sus padres lo que sienten, porque las reacciones de los padres son por supuesto las que les crean mayor ansiedad [...].
»Los niños, todos los niños, detestan que desplacemos sobre ellos nuestros propios problemas. Cuando se les dice: "Haz eso, es por tu bien" y sienten que en realidad uno no se lo pide por el bien de ellos sino por el suyo propio, experimentan un gran resentimiento [...]. Todos los niños sufren al ser utilizados para fines ajenos [...].
»Es preciso destacar que no hay nada más difícil de soportar para un niño que la inseguridad de sus padres. Siempre piensa que si sus padres se preocupan es por su causa, y ello engendra un intenso sentimiento de culpa que a veces puede ser destructor.
»Lo que cuenta en la relación entre padres e hijos no es lo que se es, ni siquiera lo que se hace, sino lo que los niños ven, es decir la imagen que se hacen de sus padres [...]. Pienso que debemos aceptar al niño desde su aparición, desde el primer momento de su nacimiento, como una potencia propia. Y debemos respetarle en tanto que tal.»
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