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martes, 6 de septiembre de 2011

La Maternidad según Arthur Janov


La Maternidad y la relación ideal entre madre e hijo forman parte desde hace milenios de las más antiguas tradiciones de la humanidad, en todas las latitudes.

Veamos cómo describe Arnaud Desjardins la relación entre madre e hijo tal como existía en la India antes de que la «civilización» occidental trastocara todas las tradiciones:

«... Todo era concebido para evitar al bebé, y después al niño, los traumas, las frustraciones, las dificultades de adaptación que son la fuente de las neurosis futuras. La relación de un niño con su madre, liberada ésta de cualquier otra tarea o responsabilidad que no sea ocuparse de él, la posterior entrada en juego del padre, el alejamiento progresivo de ambos, todo estaba previsto para permitir al niño adaptarse sin tropiezos al mundo exterior.

»La influencia de la madre sobre el niño —y en consecuencia sobre el futuro adulto— comienza desde el embarazo. Cualquier trastorno que afecte a la mujer encinta afecta también, y para siempre, al ser que lleva en su interior. En la tradición hindú, a la futura madre se la protege de toda contrariedad, y se la considera sagrada. En occidente, en la actualidad, las embarazadas se dispersan en todo tipo de actividades y preocupaciones.

»... Después, hacia la edad de siete años, al niño se le pone interno con un preceptor o gurú; no lo educan pues sus padres. El gurú se halla en condiciones de adoptar con los niños una actitud objetiva, exenta de las reacciones emocionales que los padres tienen frente a sus hijos. Así, los niños se hallan libres de la proyección de las neurosis paternas sobre ellos, lo que constituye la más grave enfermedad del mundo actual...»

Es interesante constatar que en esta última frase volvemos a hallar una de las afirmaciones formuladas por un gran psicoterapeuta occidental: Arthur Janov. La investigación occidental de vanguardia se une así a la tradición oriental.

domingo, 4 de septiembre de 2011

El Amor de una Madre


A menudo se habla del sexto sentido de que dispone la madre frente a su hijo. En efecto, aunque se halle ocupada en algún trabajo casero, la madre percibe cualquier cambio en la respiración de su bebé, un temor, un deseo, antes incluso de que se materialicen. Por la noche, la despertará el menor gemido, la menor modificación física, una pausa respiratoria, mientras que su sueño no se verá interrumpido por un ruido más violento procedente de la calle.

Ese sexto sentido existe, es cierto, mas su agudeza depende de la cantidad de amor que la madre envía a su hijo, un poco como si ese sexto sentido tuviera al amor como «onda portadora». En realidad, la intensidad y profundidad de su amor condiciona la calidad de la «concentración» de la madre en relación con su hijo.

Cuanto más se concentra la atención y el objeto de la vida sobre un único tema, más se conectan, de modo inconsciente y automático, todos los sentidos sobre el objeto de esa solicitud. Esa prioridad sensitiva permite, por supuesto, una mejor recepción de los mensajes enviados por el niño, del mismo modo que enfocar todos los radares del territorio nacional sobre un mismo rincón del espacio permite una mejor vigilancia, detectándose débiles señales que en otras condiciones hubieran pasado inadvertidas. Ese sexto sentido no representa de hecho sino una mejor utilización de los otros cinco, habituales y anatómicos, utilizados en la vida corriente a una décima parte de su capacidad.

Ese ajuste de todos los sentidos de la madre sobre su hijo no quiere decir, por otra parte, obnubilación. Esa línea directa, establecida insconscientemente entre la madre y su hijo, sólo traduce una atención automática despierta, sin la acción de la voluntad, que llevaría a la obsesión. El motor de dicha atención automática es tan sólo el amor y el interés sentimental.

Es similar al interés que hace que el automovilista al que le gusta conducir y que aprecia su coche perciba de inmediato el menor ruido anormal de su motor, la menor debilidad del embrague, etc., sin que eso signifique que piensa en cada momento en su embrague o en el cigüeñal de su motor. Lo que ocurre es que un circuito privilegiado de comunicación se ha establecido entre el objeto —el coche— y el ser humano, y la «onda portadora» del mensaje es el interés benévolo y sentimental que el automovilista experimenta por su coche.

Comprendiendo dicho mecanismo, es fácil imaginar la potencia del circuito privilegiado que puede establecerse entre dos seres humanos (por ejemplo, entre dos seres que se aman profundamente) y, con mayor motivo, cuando se trata de una madre y su hijo, la potencia de la forma más incondicional de amor, el amor materno.

lunes, 29 de agosto de 2011

La Maternidad en la sociedad moderna


Freud fue el primero en demostrar que la infancia, e incluso la primera infancia, tenía una importancia fundamental en el desarrollo del ser humano adulto.

Los trabajos de los psicólogos modernos, y en especial de los norteamericanos, van más lejos aún: las neurosis, los «problemas» del adulto dependerían sobre todo de los «traumas psíquicos» experimentados por el niño en los primeros meses y los primeros años de vida. Los psicoteóricos y los psicoterapeutas norteamericanos son en la actualidad, y con mucho, los más avanzados en lo que concierne directamente a la personalidad del adulto de nuestras sociedades modernas, adulto que en general no se siente muy feliz (y es lo menos que se puede decir).

Las nuevas concepciones psicoterapéuticas, que en Estados Unidos rebasan ampliamente el entusiasmo popular que en una determinada época se concedió al psicoanálisis clásico, freudiano o post-freudiano, hacen hincapié en los traumas psíquicos de la infancia, a pesar de que dichas teorías difieran en sus principios y métodos.

Una de las psicoterapias que parece más eficaz y prometedora, la terapia primal de Janov, lo centra todo en las relaciones entre el niño y sus padres. Para Janov, los padres modernos no sólo no «maternan» al niño pequeño, no sólo impiden que se desarrolle su verdadera personalidad, sino que le obligan a ser lo que los padres quieren que sea, en detrimento de lo que el niño es realmente.
El niño es impulsado a rechazar su propia personalidad, y a adoptar, para agradar a sus padres, la imagen del niño bueno que éstos desean que sea.

El niño muy pequeño espera de sus padres que le acepten tal como es y se dediquen a él por entero, estando disponibles en todo momento para aportarle amor y confianza.

Pero prefiero citar al propio Janov: «El niño nace en el contexto de las necesidades de sus padres y empieza a luchar para satisfacerlas desde su nacimiento [...]. Lo hará todo salvo ser él mismo. Esta multitud de relaciones que se establecen entre los padres y el niño, y en las que se dejan de lado sus necesidades naturales, sus necesidades primigenias, significa que el niño sufre.

Significa que no puede ser lo que es y al mismo tiempo ser amado [...]. Si hubiera amor en sus padres, el niño sería lo que es, pues amar significa dejar al otro ser lo que es [...]. En los primeros meses y los primeros años de su vida, el niño se cierra sobre sí mismo, porque en general no tiene otra elección. Para sobrevivir, debe condenar a muerte una parte de sí mismo. Es preciso que juegue el juego de sus padres, no el suyo [...]. Hará todo lo posible para agradar a sus padres pero, por desgracia, lo que se espera de él resulta vago e indefinido, porque sus padres tampoco saben qué hacer para ser libres y felices».

En los humanos, el adiestramiento ha reemplazado al maternaje que los padres modernos no pueden ni quieren dar.
De esta incursión en el dominio del pensamiento psicológico moderno retengamos una única noción: el maternaje es una necesidad vital de todo bebé en la que se le defrauda en nuestras sociedades modernas. La frustración que supone nunca será olvidada, pese a que sea reprimida en el subconsciente, y estará en la base de la mayoría de los problemas del adulto.

Aun cuando esa influencia de los primeros meses y los primeros años de vida sobre el comportamiento del adulto pueda parecer inverosímil a muchos de nosotros, ha quedado demostrada en nuestros días por casi un siglo de investigaciones psicológicas y psicoanalíticas.
El que la mayoría de nuestros contemporáneos lo ignoren todo sobre la psicología y el desarrollo psicológico de la personalidad humana no les autoriza a negarlo todo con ironía.

Convendría quizá no criticar tanto a priori, documentarse antes, mantenerse al día en lo que concierne a las grandes corrientes de pensamiento que florecen y se multiplican allende nuestras fronteras, y después juzgar con pleno conocimiento de causa.

lunes, 22 de agosto de 2011

Aspectos generales de la Maternidad


Mas lo que me parece esencial no perder de vista es que el maternaje no sólo representa un contacto cutáneo de efectos fisiológicos más o menos claros según las especies, sino asimismo un contacto afectivo, con un efecto psicológico extremadamente importante.

Considero que, a medida que nos elevamos en la jerarquía de los mamíferos, el aspecto afectivo del maternaje se hace incluso mucho más esencial, en tanto que el lado puramente fisiológico, orgánico, se vuelve menos marcado.

Pienso que en el hombre, que ha llegado a la cima de la evolución animal, si bien el maternaje ha perdido su importancia fisiológica, adquiere en compensación una importancia afectica y psicológica capital, tanto para la madre como para el hijo.

Todo lo cual viene a confirmarnos en lo que ya apuntábamos al estudiar los datos de la psicología y la psicoterapia: la importancia fundamental del contacto con la madre en la primera infancia y de la relación con los padres en el resto de la misma.

Los datos de la psicología moderna confirman perfectamente la importancia del maternaje para el desarrollo afectivo y psicológico del futuro niño y el futuro adulto.

Anteriormente ya me he referido a los trabajos e investigaciones de los grandes psicólogos norteamericanos contemporáneos, en base a las grandes psicoterapias modernas: terapia Gestalt, bioenergía, terapia primal, análisis transaccional, investigaciones y análisis bajo los efectos del LSD, psicodramas, etcétera.

Todas estas aproximaciones psicológicas a las profundidades del subconsciente y del pasado memorizado conceden una importancia fundamental a las primeras semanas, meses y años de la vida del ser humano, a pesar de que luego difieran en sus conclusiones en el plano psicoterapéutico.

Para Arthur Janov, cuya terapia primal constituye una de las técnicas más eficaces, si no la más brutal, el porvenir psicológico del adulto se decide en los primeros meses y años de la vida del niño. Todos los conflictos del adulto encuentran su explicación, su fuente, en los conflictos cruelmente sentidos y reprimidos de inmediato de la primera infancia.