Las actitudes que sustituyen al lameteoSon poco conocidas las costumbres de ciertos mamíferos difíciles de observar, como los mamíferos marinos, por ejemplo. No obstante, se sabe que la
madre prodiga a su hijo, después del nacimiento, frecuentes contactos cutáneos, una especie de caricias.
También aquí esos contactos cutáneos parecen tener un efecto estimulante, y un importante papel para el completo desarrollo del recién nacido.
Por el contrario, conocemos bien las costumbres de los grandes simios. En ellos el lameteo es reemplazado por lo que se denomina grooming (del inglés to groom: almohazar, acariciar a un caballo, prodigar atentos cuidados a un animal, sobre todo frotándolo y acariciándolo). La madre proporciona a su hijo recién nacido múltiples contactos cutáneos, en forma de caricias, masaje, manipulaciones, despiojamiento, etc.
Ha sido demostrado científicamente, por medio de observaciones y experimentaciones, que el monito siente una imperiosa necesidad de esos contactos con su madre, de su calor, de sus pelos, de su piel, de ser manipulado y llevado por ella en brazos o sobre la espalda.
Vemos así que incluso en los grandes simios, que no lamen a sus crías, existe la necesidad de estrecho contacto cutáneo entre madre e hijo, necesidad que es satisfecha con el grooming, actitud característica de las hembras hacia sus crías.
Los contactos táctiles juegan pues un pape! primordial en el maternaje de los primates, tal como lo juegan, bajo otras formas, en todos los mamíferos.
Como dice Montagu, parece haber habido una evolución del maternaje paralela a la evolución de las especies, desde el lameteo de los mamíferos inferiores, pasando por la «roedura» de los lemúridos (se sirven de sus dientes para acicalar), hasta el grooming con las manos y los dedos de los monos superiores más evolucionados.
Y el hombre, que se halla en la cima de la pirámide evolutiva, ¿a qué nivel se encuentra en lo que concierne al
maternaje?