Hemos visto cómo todas las crías de los mamíferos se benefician en cuanto nacen —y durante su edad temprana— de los atentos y constantes cuidados de su madre.
Esos diversos cuidados, designados bajo el vocablo general de «maternaje», se caracterizan por una unión permanente entre madre e hijo, y por la importancia extrema, vital, de los contactos cutáneos entre ambos. Cualquiera que sea la naturaleza y la variedad de esos contactos, su importancia ha sido subrayada por todos los investigadores.
De todos los mamíferos, incluso los más evolucionados, el bebé humano es el único que no recibe esas atenciones. ¿Por qué?
Montagu enuncia una hipótesis explicativa: los contactos cutáneos, y en especial la estimulación sensorial que representan, no serían indispensables en el hombre porque el feto recibiría dicha estimulación durante la fase de dilatación por medio de las contracciones uterinas.
Es un hecho que la fase de dilatación es en la mujer la de más larga duración de todos los mamíferos.
Sin embargo, los niños nacidos por medio de cesáreas efectuadas antes de que comience la dilatación no se benefician de la acción de las contracciones uterinas. Montagu intenta exponer que la mortalidad es más elevada entre los niños nacidos con cesárea, opinión falsa por completo y que por consiguiente yo rechazo enérgicamente.
Por el contrario, se podría señalar que existen contracciones uterinas, no percibidas por la madre, bastante antes del parto, en el curso de los dos últimos meses del embarazo, y que esas contracciones, en una óptica finalista, podrían desempeñar un papel de estimulación sensorial cutánea.
De modo más verosímil, se puede admitir sin duda alguna que el ser humano ha alcanzado un grado de desarrollo tal en la evolución animal que su cría no necesita esas estimulaciones cutáneas para asegurar el buen funcionamiento de sus órganos después del nacimiento. De hecho, parece que sea sobre todo en los mamíferos inferiores donde dichas estimulaciones cutáneas revisten una importancia primordial.
Esos diversos cuidados, designados bajo el vocablo general de «maternaje», se caracterizan por una unión permanente entre madre e hijo, y por la importancia extrema, vital, de los contactos cutáneos entre ambos. Cualquiera que sea la naturaleza y la variedad de esos contactos, su importancia ha sido subrayada por todos los investigadores.
De todos los mamíferos, incluso los más evolucionados, el bebé humano es el único que no recibe esas atenciones. ¿Por qué?
Montagu enuncia una hipótesis explicativa: los contactos cutáneos, y en especial la estimulación sensorial que representan, no serían indispensables en el hombre porque el feto recibiría dicha estimulación durante la fase de dilatación por medio de las contracciones uterinas.
Es un hecho que la fase de dilatación es en la mujer la de más larga duración de todos los mamíferos.
Sin embargo, los niños nacidos por medio de cesáreas efectuadas antes de que comience la dilatación no se benefician de la acción de las contracciones uterinas. Montagu intenta exponer que la mortalidad es más elevada entre los niños nacidos con cesárea, opinión falsa por completo y que por consiguiente yo rechazo enérgicamente.
Por el contrario, se podría señalar que existen contracciones uterinas, no percibidas por la madre, bastante antes del parto, en el curso de los dos últimos meses del embarazo, y que esas contracciones, en una óptica finalista, podrían desempeñar un papel de estimulación sensorial cutánea.
De modo más verosímil, se puede admitir sin duda alguna que el ser humano ha alcanzado un grado de desarrollo tal en la evolución animal que su cría no necesita esas estimulaciones cutáneas para asegurar el buen funcionamiento de sus órganos después del nacimiento. De hecho, parece que sea sobre todo en los mamíferos inferiores donde dichas estimulaciones cutáneas revisten una importancia primordial.