Ejercicios de relajación
La relajación es un elemento básico en el dominio del cuerpo, uno de los primeros peldaños que hay que franquear para lograr el descubrimiento del yoga.
Para Read, la tranquilidad física es el primer objetivo, a la vez que una condición indispensable para alcanzar la tranquilidad psíquica.
Vemos pues que hay una identidad de enfoque entre el pensamiento hindú y las ideas de Read: «El dominio de los sentidos y del psiquismo pasa por el dominio del cuerpo». Dicha identidad de enfoque justifica, a mi parecer, la introducción de ciertos ejercicios yóguicos en la preparación para el parto sin dolor.
Los médicos soviéticos reprochan a la relajación su carácter pasivo, que conduce, según ellos, a una regresión psicoafectiva. Opinan que la mujer debe hallarse activa, despierta, ser partícipe.
Creo ver en ello un burdo contrasentido, debido a que a los médicos rusos les engaña su materialismo cientificista. En efecto, resulta evidente que una relajación bien hecha constituye en realidad un fenómeno activo, que requiere la participación de la voluntad y puede desembocar en niveles superiores de conciencia. Lejos de ser una regresión, al abrir la vía del dominio de los sentidos la relajación conduce a la meditación y a la trascendencia.
En primer lugar, debes tomar conciencia de la existencia de los diversos grupos musculares, para lo cual has de contraer dichos músculos y después realizar el esfuerzo voluntario de relajarlos.
Por ejemplo, puedes comenzar por los músculos de los dedos de los pies, los de las pantorrillas —que controlan el movimiento de los pies— y los de los muslos.
A continuación, pasas a los miembros superiores, controlando asimismo la contracción —y después la relajación— de los dedos, los músculos de la muñeca y los del brazo.
La relajación del tronco es más difícil de lograr, pues se es menos consciente de los grupos musculares del mismo. Realizarás el mismo ejercicio de contracción y relajación muscular con las nalgas, el perineo (esfuerzo como para retener la deposición, y después relajación), la pared abdominal y el raquis (músculos de la espalda y del cuello).
Finalmente, la relajación del rostro: músculos de la masticación, de los párpados, de la frente y los utilizados en los gestos.
Tras tomar conciencia de los grupos musculares (lo que a menudo requiere varias sesiones), realizarás los ejercicios de relajación propiamente dicha; cada grupo muscular es relajado sucesivamente. Los miembros, y después el conjunto del cuerpo, dan la impresión de tornarse flaccidos por completo, así como más pesados, mientras que se siente una sensación de euforia, de bienestar, de total relajación.
Al final del ejercicio, que durará de cinco a quince minutos, debes evitar incorporarte bruscamente; respira, estírate, siéntate, y no te levantes hasta pasados unos minutos.
La relajación es un elemento básico en el dominio del cuerpo, uno de los primeros peldaños que hay que franquear para lograr el descubrimiento del yoga.
Para Read, la tranquilidad física es el primer objetivo, a la vez que una condición indispensable para alcanzar la tranquilidad psíquica.
Vemos pues que hay una identidad de enfoque entre el pensamiento hindú y las ideas de Read: «El dominio de los sentidos y del psiquismo pasa por el dominio del cuerpo». Dicha identidad de enfoque justifica, a mi parecer, la introducción de ciertos ejercicios yóguicos en la preparación para el parto sin dolor.
Los médicos soviéticos reprochan a la relajación su carácter pasivo, que conduce, según ellos, a una regresión psicoafectiva. Opinan que la mujer debe hallarse activa, despierta, ser partícipe.
Creo ver en ello un burdo contrasentido, debido a que a los médicos rusos les engaña su materialismo cientificista. En efecto, resulta evidente que una relajación bien hecha constituye en realidad un fenómeno activo, que requiere la participación de la voluntad y puede desembocar en niveles superiores de conciencia. Lejos de ser una regresión, al abrir la vía del dominio de los sentidos la relajación conduce a la meditación y a la trascendencia.
En primer lugar, debes tomar conciencia de la existencia de los diversos grupos musculares, para lo cual has de contraer dichos músculos y después realizar el esfuerzo voluntario de relajarlos.
Por ejemplo, puedes comenzar por los músculos de los dedos de los pies, los de las pantorrillas —que controlan el movimiento de los pies— y los de los muslos.
A continuación, pasas a los miembros superiores, controlando asimismo la contracción —y después la relajación— de los dedos, los músculos de la muñeca y los del brazo.
La relajación del tronco es más difícil de lograr, pues se es menos consciente de los grupos musculares del mismo. Realizarás el mismo ejercicio de contracción y relajación muscular con las nalgas, el perineo (esfuerzo como para retener la deposición, y después relajación), la pared abdominal y el raquis (músculos de la espalda y del cuello).
Finalmente, la relajación del rostro: músculos de la masticación, de los párpados, de la frente y los utilizados en los gestos.
Tras tomar conciencia de los grupos musculares (lo que a menudo requiere varias sesiones), realizarás los ejercicios de relajación propiamente dicha; cada grupo muscular es relajado sucesivamente. Los miembros, y después el conjunto del cuerpo, dan la impresión de tornarse flaccidos por completo, así como más pesados, mientras que se siente una sensación de euforia, de bienestar, de total relajación.
Al final del ejercicio, que durará de cinco a quince minutos, debes evitar incorporarte bruscamente; respira, estírate, siéntate, y no te levantes hasta pasados unos minutos.