Entrada destacada

Bebés gemelos: Similares pero diferentes

 #bebés #bebésgemelos #padresdegemelos #consejossobrebebés #bebéscomportamiento La naturaleza es tan sabia que proporcionó nueve me...

miércoles, 22 de junio de 2011

Problemas con la alimentación del niño


Amenudo, los padres se preocupan mucho por el apetito de sus hijos. Para que este tema deje de ser un problema, le sugerimos algunos consejos para cuando les dé de comer:

- Controle el horario de comida, el ritmo, la duración y el lugar.

- Prepare una dieta equilibrada de acuerdo a sus necesidades

- No le ofrezca golosinas a cualquier hora ni para calmarlo cuando llora ni para satisfacer sus ansiedades.

- Evite premiar con dulces su buen comportamiento ni lo castigue con comidas que no le gustan. Lo alimentos no deben tener ninguna connotación simbólica, ni de premio ni de castigo.

- No pretenda ganarse su cariño a base de golosinas

- Trate de que la hora de la comida se desarrolle en un ambiente apacible.

- Cuide la presentación de sus platos para que sean atractivos.

martes, 21 de junio de 2011

El Parto Sin dolor


Los métodos del PSD preparan a la parturienta hasta la salida del niño. En ese momento, el partero, que ha cortado inmediatamente el cordón umbilical, confía el niño a la puericultora, quien se lo lleva lejos de la vista de su madre para aplicarle los cuidados habituales. Esa separación tan rápida, pocos minutos después del nacimiento, constituye una auténtica desesperación para muchas madres, que se ven así privadas de sus hijos apenas venidos éstos al mundo...

Por el contrario, en el método Leboyer, apenas salido de las vías genitales el niño es depositado sobre el vientre de su madre, que puede sentirlo, verlo, tocarlo. Esos primeros instantes son especialmente emotivos, y el contacto físico inmediato con el bebé crea en la madre un sentimiento de intensa felicidad que en pocos segundos le hace olvidar las molestias sufridas.

Por su parte, el padre, que asiste al nacimiento, participa también plenamente de ese momento único y maravilloso. Las numerosas parejas que he visto llorar de alegría en los primeros minutos de vida de su hijo testimonian la intensidad emocional única que invade esos instantes excepcionales.

Momentos después, el niño es depositado en la bañera para darle un baño de agua a 37 grados centígrados. Ciertamente, entonces es arrebatado a su madre, pero el contacto físico ya ha tenido lugar; además, permanece a la vista de sus padres, a pocos centímetros de ellos.

Se desarrolla entonces un nuevo espectáculo extraordinario; el niño, al volver a hallarse en el elemento líquido y tibio que le ha sido familiar durante nueve meses, se relaja, y se calma si estaba llorando. De todo su cuerpo se desprende un sentimiento de bienestar innegable, de confianza, de tranquilidad.

Es frecuente que abra los ojos y, si bien es cierto que no «ve» en el sentido estricto del término, resulta siempre maravilloso el espectáculo de ese bebé de pocos minutos que fija sus grandes ojos muy abiertos en nosotros.

En su libro, Leboyer preconizaba que fuera el propio padre quien bañara a su hijo. Sin embargo, en la actualidad coincide conmigo en pensar que a veces es mejor que sea el tocólogo quien lo bañe. En efecto, el padre suele estar demasiado emocionado y siempre se desenvuelve con torpeza, torpeza que, por curioso que resulte, es innegable que el niño percibe, perdiendo de resultas su confianza y echándose a llorar de miedo.

Sin contar con que ciertos padres, temblorosos y paralizados por la emoción, dan algún tra-guito de agua a su hijo, pues un bebé recién nacido es algo muy resbaladizo y difícil de manipular.

Por el contrario, el tocólogo se habitúa con rapidez, pudiendo encargarse mejor de esa tarea con el máximo cuidado y eficacia. Sin contar con que ese contacto con el recién nacido proporciona al médico nuevas alegrías que, en la rutina cotidiana de su profesión, casi había olvidado. Ese «reciclaje» de humanización me parece importante para el partero, quien tenía demasiada tendencia a considerar al niño como un juguete pasivo que se apresuraba a depositar en manos de la puericultora.

domingo, 19 de junio de 2011

El Embarazo - responsabilidad


Probablemente muchos consideren injusto que el hombre deba ocuparse de las tareas de la casa después de trabajar todo el día, pero lo cierto es que cuando él llega todavía quedan varías cosas por hacer. No todas las responsabilidades deben ser repartidas en partes iguales, pero si al regresar a su casa el hombre se despreocupa de su mujer ella se sentirá triste, abandonada e infeliz.

Es muy posible que esa insatisfacción Interceda cuando vayan a la cama y quieran mantener relaciones sexuales, porque ella no va a sentir interés. El matrimonio mejorará en todos los sentidos cuando se manifieste de ambas partes un compromiso por la familia, que vaya más allá de los estereotipos sociales.

Por eso, la recomendación que los especialistas hacen a las jóvenes parejas es que discutan el momento real en que ambos desean tener hijos, porque de otro modo corren el serio riesgo de terminar divorciándose antes de que el pequeño pueda ingresar a la escuela primaria.

Una vez que hayan asumido el compromiso de ser padres deben hablar permanentemente y, si no encuentran soluciones por sí solos, buscar ayuda profesional. Porque los hijos son felices cuando sus padres también lo son.

viernes, 17 de junio de 2011

El embarazo en mujeres que trabajan


El principal inconveniente de la actualidad es que por lo general ambos padres trabajan, circunstancia que trae una serie de conflictos que van desde las quejas por la división de las tareas hasta la insatisfacción de no poder contar con el tiempo suficiente para disfrutar en Intimidad de la vida en pareja.

Anteriormente estas dificultades no aparecían porque los roles de cada uno eran más claros y no motivaban discusiones, por ejemplo sobre quién cuidará al bebé, quién ganará el sueldo de la familia, quién lavará la ropa, quién cocinará o quién tratará con la niñera. Todos estos factores producen en la pareja un alto nivel de estrés, especialmente en el transcurso de los primeros años de matrimonio, ya que al mismo tiempo se genera un innecesario clima de competencia.

Traer un hijo al mundo representa, además de la mayor de las felicidades humanas, un enorme compromiso y conlleva ciertos riesgos que pueden desestabilizar el equilibrio emocional de la pareja. Tras la experiencia del parto, las madres que reinician sus obligaciones laborales casi siempre demuestran sentirse mejor con ellas mismas, valoran más su matrimonio y se deprimen menos que aquellas que permanecen en sus casas. Según los últimos datos, cuando los niños cumplen los seis meses el 55 por ciento de las madres ya ha vuelto al trabajo, el 36 por ciento ocupa parte del horario (menos de 20 horas por semana) y el 19 por ciento cumple entre 20 y 40 horas semanales.

Un año después, teniendo los chicos un año y medio de edad, las cifras se incrementan todavía más. Los tiempos han cambiado y hoy la mujer tiene una educación y una carrera propias, legítimos derechos a los cuales no está dispuesta a renunciar.

Sin embargo, debe decirse que el trabajo de la mujer puede acarrear serias dificultades a la pareja si tenemos en cuenta que los dos llegan cansados del esfuerzo diario y necesitan ser atendidos. Claro que en la casa hay un bebé que precisa de todos los cuidados posibles y, lógicamente, no acepta bajo ningún punto de vista esperar siquiera un minuto.

Algunas madres son más felices si pueden permanecer en el hogar con su bebé, sin la preocupación de que otra persona lo está criando, y reintegrarse a la vida laboral cuando los chicos ya estén en el colegio. Pero otras, que han estado construyendo sus carreras profesionales con mucha pasión y esfuerzo, se ven imposibilitadas de adoptar esa decisión. De todos modos, aún no ha podido comprobarse si hay un impacto potencialmente negativo de la madre que trabaja con respecto a su hijo. Para que la ocupación de la mujer no afecte a la familia ni derive en desagradables peleas, hay dos factores fundamentales: que a ella le guste lo que hace y que él colabore con el cuidado del bebé y los quehaceres domésticos.

Al no darse alguna de estas condiciones empieza a crecer la insatisfacción hacia el matrimonio, aumentando la agresividad, disminuyendo la calidez y el sentido del deber como padres. El momento más crítico de la pareja suele ser el posterior al nacimiento, cuando en la parte final del embarazo las mujeres se sienten Incómodas y los hombres no saben qué hacer, aunque ambos todavía tienen tiempo para estar juntos.

miércoles, 15 de junio de 2011

El Cordon Umbilical


La sección del cordón

Con frecuencia, el retraso en seccionar el cordón ha sido vivamente criticado por los adversarios del nacimiento sin violencia. Algunos médicos arguyen que el cordón no cortado de inmediato mantiene la comunicación entre la placenta y el niño, favoreciendo así que la sangre del bebé pase a la placenta por el efecto de los vasos comunicantes.

A pesar de que esta hipótesis se basa en nociones corrientemente admitidas hasta el presente, los detractores más «cultivados» citan, para apoyar sus críticas, los trabajos de un equipo norteamericano dirigido por Th. Sisson, los cuales demuestran que hay en efecto una ligera pérdida de sangre del niño hacia la placenta, cuando éste se halla situado a un nivel superior.

Sin embargo, esos detractores olvidan precisar que los trabajos de dicho equipo fueron efectuados basándose en cesáreas y embarazos complicados, en especial de mujeres diabéticas, lo que cambia mucho la cuestión.

En efecto, al estar abierto el útero en la cesárea, las condiciones hemodinámicas están alteradas y, sobre todo, el «efecto esponja» ejercido sobre la placenta después del nacimiento por las contracciones uterinas no se produce. Por otra parte, en el hijo de una madre diabética existe con frecuencia una hipertensión venosa que crea artificialmente una transfusión del niño hacia la placenta.

Un estudio más reciente, más completo, más serio y más importante, llevado a cabo por otro equipo norteamericano, bajo la dirección de F. Kleiwberg, prueba por el contrario que en el curso del parto natural el retrasar la sección del cordón no tiene ninguna influencia sobre el volumen sanguíneo del bebé, siempre que éste no se encuentre a una altura de más de veinte centímetros por encima de la placenta.

En la práctica, el niño depositado sobre el vientre de la madre se encuentra a unos seis o siete centímetros —es decir, el espesor de la pared uterina más el de la pared abdominal de la madre— por encima de la placenta.

Además, un equipo inglés, dirigido por P. Dunn, ha demostrado que el útero ejerce sobre la placenta contracciones que actúan como cuando se exprime una esponja, y envía hacia el niño toda la sangre contenida en la placenta, realizando una auténtica transfusión de esta hacia el niño. En definitiva, exactamente lo contrario de lo que propugnan a grandes gritos los que se oponen a retrasar la sección del cordón.

lunes, 13 de junio de 2011

El Embarazo - un compromiso de pareja


La llegada de un bebé al hogar suele ser traumática para aquellas parejas que no adoptaron esa decisión con la madurez necesaria. Asumir que el compromiso de ser padres implica renunciar a muchas cosas es el camino que conduce hacia una vida matrimonial plena, libre de las angustias que ocasionan los divorcios prematuros.

Es común que muchas jóvenes parejas idealicen en el matrimonio la continuación del noviazgo, soslayando por Inmadurez o ignorancia todas las responsabilidades que implica dar ese paso trascendental.

Si bien durante los primeros tiempos de esta nueva etapa el idilio se mantiene tan Intenso como desde un principio, los inconvenientes conyugales aparecen súbitamente a la hora de formar una familia.

De acuerdo con algunas estadísticas realizadas en Estados Unidos, cuando las parejas se convierten en padres, el 12,5 por ciento de ellas se separa antes del segundo año de su primer hijo, las cargas de la paternidad no se distribuyen equitativamente y la frecuencia de las relaciones sexuales disminuye aún más que durante el embarazo.

domingo, 12 de junio de 2011

Parto Humanizado


La humanización está a la orden del día. Se desea humanizar los hospitales (en todo caso, se habla de ello desde hace tiempo), así como también se desea humanizar la muerte, tema que abordan, con justa razón, tanto los grandes pensadores como los grandes médicos. Pienso que sería lícito empezar por el principio, es decir humanizando el nacimiento.

El método del parto psicoprofiláctico, denominado «parto sin dolor» (PSD), constituyó la primera etapa importante en la vía de la humanización del nacimiento. Tras haber sufrido pasivamente el parto, entre gritos y dolores, durante siglos, la mujer occidental se benefició, hace varias décadas, de una verdadera revolución psicológica: la mujer moderna participa al fin, en tanto que adulta consciente, informada y preparada, en el maravilloso acto de dar la vida.

Al mismo tiempo, las angustias y dolores ancestrales han desaparecido o se han mitigado considerablemente. Como ya he dicho, ese cambio ha sido posible gracias a la intuición genial de un modesto tocólogo inglés, el doctor Read, y a los trabajos de los fisiolo-gistas rusos.

¿Cuál ha sido la reacción del cuerpo médico ante esas nociones nuevas? Por desgracia, y como tan a menudo ocurre cuando se habla del dominio psicológico, la ironía y el desinterés. Sólo gracias a la presión de la prensa y de la opinión pública, el cuerpo médico lia acabado por adoptar esos métodos, los cuales han tardado casi veinte años en pasar a formar parte de la práctica cotidiana. En la actualidad, todas las futuras madres se benefician de esa preparación, que supone una auténtica humanización del parto.

El «método» Leboyer (pongo «método» entre comillas porque, como veremos, se trata más de un estado mental que de un método propiamente dicho) parece completar de maravilla al parto sin dolor.

sábado, 11 de junio de 2011

Parto - descenso y salida del niño


Este período está dominado, física y psicológicamente, por la noción de sinergia con la madre.

Para el feto, este estado conlleva un sentimiento extremadamente poderoso de lucha por la vida, con una impresión mecánica de aplastamiento y un alto grado de ahogo (en el curso de las contracciones uterinas de! final de la fase de dilatación, el aporte de oxígeno por la sangre del cordón umbilical se ve a veces disminuido, lo que puede traducirse en alteraciones de los latidos cardiacos).

Pero, puesto que el útero se halla ahora abierto y el niño descendiendo por las vías genitales maternas, aparece al menos un sentimiento de posible terminación de este estado dramático.

Los esfuerzos expulsivos de la madre coinciden con el interés vital del niño: ambos desean acabar lo antes posible con esa dramática situación.

La intensidad de los dolores soportados por el niño alcanza un grado superior al de la etapa precedente. Sin embargo, las descripciones son similares (aplastamiento, intensos dolores de diversos tipos, trastornos cardiacos, etc.).

Este período viene dominado, física y psicológicamente, por la noción de separación de la madre.

La exacerbación progresiva del dolor y de la angustia desemboca bruscamente en una súbita sedación y en el reposo. El niño realiza su primera respiración aérea, y comienza su experiencia como individuo distinto.

La nueva situación es incomparablemente mejor que los estadios precedentes; sin embargo, resulta menos agradable que la etapa inicial. En efecto, las necesidades del niño ya no son satisfechas de manera inmediata (el cordón umbilical ha sido cortado); ya no se halla protegido de las agresiones externas: variaciones de temperatura con sensación de frío, agresiones múltiples por ruidos diversos, luces de intensidad variable y situaciones táctiles desagradables.

Son frecuentes las referencias de los sujetos a los olores de la sala de partos o del anestésico eventualmente utilizado, a los ruidos de los instrumentos quirúrgicos, a la intensa luz que alumbra la cama de obstetricia y a ciertos aspectos determinados de nacimientos «anormales» (presentación de nalgas, cordón enrollado alrededor del cuello, utilización de fórceps, maniobras de reanimación neonatal, etc.).

A nivel psicológico, este estadio señala el fin del combate entre la vida y la muerte. La atmósfera general es la de una liberación con expansión del espacio, y la sensación de haber escapado a un peligro mortal.

jueves, 9 de junio de 2011

Embarazadas: Preparación del Parto


La preparación para el nacimiento nos parece en la actualidad la mejor de las preparaciones para el parto. Nos hacemos así partícipes de las reflexiones de Ivan lllich sobre la transformación que la civilización industrial realiza de la experiencia del dolor, es decir de la gestión técnica del mismo: en la medida en que se vuelve a dar un significado al dolor, el umbral de tolerancia se hace más alto.

Es en este sentido como la preparación para el nacimiento transforma las condiciones del parto. Como destaca lllich, la experiencia del dolor depende, además de la naturaleza e identidad del estímulo, de cuatro factores: el lenguaje, la ansiedad, la atención y la interpretación. La preparación para el nacimiento, tal como la concebimos y la ponemos en práctica, actúa sobre esos cuatro factores.

Hemos constatado que cuando la parturienta aborda la fase de dilatación sin inquietarse sobre su comportamiento durante las contracciones uterinas, sobre el modo en que las controlará, sino preguntándose qué va a ser de su hijo, cómo lo acogerá, cómo se comunicará con él desde su nacimiento por el tacto y la palabra, los riesgos disminuyen...

Los tocólogos tienden a considerar que su papel consiste únicamente en asegurar el paso del medio intra-amniótico al medio aéreo en las mejores condiciones «termodinámicas» posibles, con el mínimo de daño para los órganos nobles, en especial para el encéfalo.

Pocos tocólogos se preguntan si sus gestos y actitudes podrían obstaculizar el establecimiento de una buena relación padres-hijos; pocos toman conciencia de la importancia fundamental de la primera relación objetual del niño:

la relación con el «seno materno» y con la madre; pocos se percatan del papel específico del padre en el nacimiento, de su papel de regulador en la relación madre-hijo, de su papel simbólico de separación; pocos conocen el modo de transmisión de generación en generación de la capacidad de ser madre, es decir de la capacidad de amar; pocos, en fin, saben cómo aprende la mujer, desde su nacimiento, a ser madre de los hijos que podrá engendrar en la edad adulta.

Esta concepción restrictiva del rol del tocólogo da cuenta de lo que es posible observar a diario en la mayoría de las salas de partos.

martes, 7 de junio de 2011

Relatos de partos revividos


Siento una sensación de ahogo, de compresión del tórax. Una potente y progresiva fuerza me curva, aproximando mi cabeza a mis dobladas rodillas, y pegándome los brazos al cuerpo. Sensación de ser comprimido progresivamente. Mi nuca se halla presa en un estuche, y siento intensos dolores en la espalda y los ríñones. Sensación de ser aplastado por una fuerza aplicada sobre mis hombros, uniendo los omoplatos. A nivel mental, impresión de fatalidad ineludible, de impotencia total, de algo terrible que no acabará nunca y que me produce una gran angustia metafísica.

Este estadio parece corresponder a la primera parte de la fase de dilatación, cuando las contracciones uterinas aplastan al niño. Dado que el cuello del útero está cerrado, no hay salida posible; de ahí la impresión de ineludible y de algo que no acabará nunca.

Después aparecen las ganas de avanzar contra algo que se resiste y que es más estrecho que los hombros, los cuales tienden a borrarse, a apretarse, a fin de hacerse lo más pequeños posible. Sensación de un gollete de botella de consistencia elástica, muscular.

Mentalmente, impulso de no permanecer ahí, de liberarse de ese estrecho lugar. Es preciso escapar de lo que comprime. Impresión de que podría tratarse del final de las molestias. Sentimiento de que puede y debe hacerse algo para salir de ahí.

Este estadio parece corresponder a la abertura del cuello del útero y al descenso del niño. La abertura del cuello logra que cese la impresión de ineludible, y hace concebir esperanzas de que la situación dramática, la pesadilla, podrá tener un fin.

De pronto, impresión de que la cabeza se libera, y después los hombros. Sensación similar a la de un espeleólogo que sale de un agujero. Me siento impulsado a seguir avanzando, liberando el busto. Tiendo a pasar un brazo por delante de la cabeza a fin de liberarme mejor. A nivel mental, no tengo ganas de detenerme sino, por el contrario, de seguir avanzando. Después, sentimiento de inmensa felicidad, de haber salido. La pesadilla concluye.

Este estadio parece corresponder a la liberación del niño. La cabeza se libera; después, un brazo y los hombros. El fin de la sensación de compresión proporciona una intensa felicidad.

Casi inmediatamente surge una sensación de vértigo y náuseas, de algo que gira en la cima del cráneo [Robert indica el emplazamiento de la fontanela). Al mismo tiempo, sensación de mucosidades y de líquido en la boca y en la garganta, con la imperiosa necesidad de escupir y de toser.

De pronto, sensación de vacío, de que ya no hay nada a mi alrededor. Ya no siento mi espalda, ni ninguna otra cosa. Sensación nueva de flotar, impresión de ligereza. Asombro de no encontrar nada en ninguna parte. Sin duda, algo comparable a un descenso en paracaídas [Robert precisa que nunca ha practicado paracaidismo, pero que supone que la sensación debe de ser similar]. Esa sensación es más asombrosa que angustiosa.

Este estadio parece corresponder al momento en que el niño sale y se encuentra con un espacio no limitado.

Hay que destacar que Robert no indica sensación de ruido o de luz intensos. Al hablar con los padres sabemos que nació en una granja, a la luz de una lámpara de petróleo y en calma. Tampoco indica sensaciones térmicas concretas.