La preparación para el nacimiento nos parece en la actualidad la mejor de las preparaciones para el parto. Nos hacemos así partícipes de las reflexiones de Ivan lllich sobre la transformación que la civilización industrial realiza de la experiencia del dolor, es decir de la gestión técnica del mismo: en la medida en que se vuelve a dar un significado al dolor, el umbral de tolerancia se hace más alto.
Es en este sentido como la preparación para el nacimiento transforma las condiciones del parto. Como destaca lllich, la experiencia del dolor depende, además de la naturaleza e identidad del estímulo, de cuatro factores: el lenguaje, la ansiedad, la atención y la interpretación. La preparación para el nacimiento, tal como la concebimos y la ponemos en práctica, actúa sobre esos cuatro factores.
Hemos constatado que cuando la parturienta aborda la fase de dilatación sin inquietarse sobre su comportamiento durante las contracciones uterinas, sobre el modo en que las controlará, sino preguntándose qué va a ser de su hijo, cómo lo acogerá, cómo se comunicará con él desde su nacimiento por el tacto y la palabra, los riesgos disminuyen...
Los tocólogos tienden a considerar que su papel consiste únicamente en asegurar el paso del medio intra-amniótico al medio aéreo en las mejores condiciones «termodinámicas» posibles, con el mínimo de daño para los órganos nobles, en especial para el encéfalo.
Pocos tocólogos se preguntan si sus gestos y actitudes podrían obstaculizar el establecimiento de una buena relación padres-hijos; pocos toman conciencia de la importancia fundamental de la primera relación objetual del niño:
la relación con el «seno materno» y con la madre; pocos se percatan del papel específico del padre en el nacimiento, de su papel de regulador en la relación madre-hijo, de su papel simbólico de separación; pocos conocen el modo de transmisión de generación en generación de la capacidad de ser madre, es decir de la capacidad de amar; pocos, en fin, saben cómo aprende la mujer, desde su nacimiento, a ser madre de los hijos que podrá engendrar en la edad adulta.
Esta concepción restrictiva del rol del tocólogo da cuenta de lo que es posible observar a diario en la mayoría de las salas de partos.
Es en este sentido como la preparación para el nacimiento transforma las condiciones del parto. Como destaca lllich, la experiencia del dolor depende, además de la naturaleza e identidad del estímulo, de cuatro factores: el lenguaje, la ansiedad, la atención y la interpretación. La preparación para el nacimiento, tal como la concebimos y la ponemos en práctica, actúa sobre esos cuatro factores.
Hemos constatado que cuando la parturienta aborda la fase de dilatación sin inquietarse sobre su comportamiento durante las contracciones uterinas, sobre el modo en que las controlará, sino preguntándose qué va a ser de su hijo, cómo lo acogerá, cómo se comunicará con él desde su nacimiento por el tacto y la palabra, los riesgos disminuyen...
Los tocólogos tienden a considerar que su papel consiste únicamente en asegurar el paso del medio intra-amniótico al medio aéreo en las mejores condiciones «termodinámicas» posibles, con el mínimo de daño para los órganos nobles, en especial para el encéfalo.
Pocos tocólogos se preguntan si sus gestos y actitudes podrían obstaculizar el establecimiento de una buena relación padres-hijos; pocos toman conciencia de la importancia fundamental de la primera relación objetual del niño:
la relación con el «seno materno» y con la madre; pocos se percatan del papel específico del padre en el nacimiento, de su papel de regulador en la relación madre-hijo, de su papel simbólico de separación; pocos conocen el modo de transmisión de generación en generación de la capacidad de ser madre, es decir de la capacidad de amar; pocos, en fin, saben cómo aprende la mujer, desde su nacimiento, a ser madre de los hijos que podrá engendrar en la edad adulta.
Esta concepción restrictiva del rol del tocólogo da cuenta de lo que es posible observar a diario en la mayoría de las salas de partos.
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