Este período está dominado física y psicológicamente por la noción de antagonismo con la madre.
El mundo del feto se halla desquiciado por la aparición de las contracciones uterinas y el comienzo de la fase de dilatación. Hay que destacar que, de vez en cuando, se producían asimismo contracciones menos potentes en el curso de los últimos meses del embarazo, pero eran sentidas como una molestia pasajera.
La aparición de contracciones fuertes crea una situación dramática, con la sensación de atentado contra la vida y diversos signos de incomodidad física. Madre e hijo se convierten en una fuente de dolor para el otro, y se hallan en antagonismo y conflicto biológico.
El sujeto se siente preso en un mundo cerrado y experimenta increíbles torturas físicas y psíquicas.
Esta situación es sentida como eterna y sin esperanza. Ninguna escapatoria parece posible, ni en el espacio ni en el tiempo.
Esta etapa adquiere ¡a dimensión del infierno, caracterizado por un sufrimiento infinito, físico, psíquico y metafísico, tal como es descrito en muchas religiones.
La agonía del nacimiento se une entonces a la agonía de la muerte. A nivel metafísico, este estadio se halla dominado por la noción de que no hay salida posible.
A nivel físico, se mencionan sensaciones de extrema presión sobre la cabeza, silbidos en los oídos, diversos dolores por todo el cuerpo, sensación de ahogo, de trastornos cardiacos y de frío.
El mundo del feto se halla desquiciado por la aparición de las contracciones uterinas y el comienzo de la fase de dilatación. Hay que destacar que, de vez en cuando, se producían asimismo contracciones menos potentes en el curso de los últimos meses del embarazo, pero eran sentidas como una molestia pasajera.
La aparición de contracciones fuertes crea una situación dramática, con la sensación de atentado contra la vida y diversos signos de incomodidad física. Madre e hijo se convierten en una fuente de dolor para el otro, y se hallan en antagonismo y conflicto biológico.
El sujeto se siente preso en un mundo cerrado y experimenta increíbles torturas físicas y psíquicas.
Esta situación es sentida como eterna y sin esperanza. Ninguna escapatoria parece posible, ni en el espacio ni en el tiempo.
Esta etapa adquiere ¡a dimensión del infierno, caracterizado por un sufrimiento infinito, físico, psíquico y metafísico, tal como es descrito en muchas religiones.
La agonía del nacimiento se une entonces a la agonía de la muerte. A nivel metafísico, este estadio se halla dominado por la noción de que no hay salida posible.
A nivel físico, se mencionan sensaciones de extrema presión sobre la cabeza, silbidos en los oídos, diversos dolores por todo el cuerpo, sensación de ahogo, de trastornos cardiacos y de frío.
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