El principal inconveniente de la actualidad es que por lo general ambos padres trabajan, circunstancia que trae una serie de conflictos que van desde las quejas por la división de las tareas hasta la insatisfacción de no poder contar con el tiempo suficiente para disfrutar en Intimidad de la vida en pareja.
Anteriormente estas dificultades no aparecían porque los roles de cada uno eran más claros y no motivaban discusiones, por ejemplo sobre quién cuidará al bebé, quién ganará el sueldo de la familia, quién lavará la ropa, quién cocinará o quién tratará con la niñera. Todos estos factores producen en la pareja un alto nivel de estrés, especialmente en el transcurso de los primeros años de matrimonio, ya que al mismo tiempo se genera un innecesario clima de competencia.
Traer un hijo al mundo representa, además de la mayor de las felicidades humanas, un enorme compromiso y conlleva ciertos riesgos que pueden desestabilizar el equilibrio emocional de la pareja. Tras la experiencia del parto, las madres que reinician sus obligaciones laborales casi siempre demuestran sentirse mejor con ellas mismas, valoran más su matrimonio y se deprimen menos que aquellas que permanecen en sus casas. Según los últimos datos, cuando los niños cumplen los seis meses el 55 por ciento de las madres ya ha vuelto al trabajo, el 36 por ciento ocupa parte del horario (menos de 20 horas por semana) y el 19 por ciento cumple entre 20 y 40 horas semanales.
Un año después, teniendo los chicos un año y medio de edad, las cifras se incrementan todavía más. Los tiempos han cambiado y hoy la mujer tiene una educación y una carrera propias, legítimos derechos a los cuales no está dispuesta a renunciar.
Sin embargo, debe decirse que el trabajo de la mujer puede acarrear serias dificultades a la pareja si tenemos en cuenta que los dos llegan cansados del esfuerzo diario y necesitan ser atendidos. Claro que en la casa hay un bebé que precisa de todos los cuidados posibles y, lógicamente, no acepta bajo ningún punto de vista esperar siquiera un minuto.
Algunas madres son más felices si pueden permanecer en el hogar con su bebé, sin la preocupación de que otra persona lo está criando, y reintegrarse a la vida laboral cuando los chicos ya estén en el colegio. Pero otras, que han estado construyendo sus carreras profesionales con mucha pasión y esfuerzo, se ven imposibilitadas de adoptar esa decisión. De todos modos, aún no ha podido comprobarse si hay un impacto potencialmente negativo de la madre que trabaja con respecto a su hijo. Para que la ocupación de la mujer no afecte a la familia ni derive en desagradables peleas, hay dos factores fundamentales: que a ella le guste lo que hace y que él colabore con el cuidado del bebé y los quehaceres domésticos.
Al no darse alguna de estas condiciones empieza a crecer la insatisfacción hacia el matrimonio, aumentando la agresividad, disminuyendo la calidez y el sentido del deber como padres. El momento más crítico de la pareja suele ser el posterior al nacimiento, cuando en la parte final del embarazo las mujeres se sienten Incómodas y los hombres no saben qué hacer, aunque ambos todavía tienen tiempo para estar juntos.
Anteriormente estas dificultades no aparecían porque los roles de cada uno eran más claros y no motivaban discusiones, por ejemplo sobre quién cuidará al bebé, quién ganará el sueldo de la familia, quién lavará la ropa, quién cocinará o quién tratará con la niñera. Todos estos factores producen en la pareja un alto nivel de estrés, especialmente en el transcurso de los primeros años de matrimonio, ya que al mismo tiempo se genera un innecesario clima de competencia.
Traer un hijo al mundo representa, además de la mayor de las felicidades humanas, un enorme compromiso y conlleva ciertos riesgos que pueden desestabilizar el equilibrio emocional de la pareja. Tras la experiencia del parto, las madres que reinician sus obligaciones laborales casi siempre demuestran sentirse mejor con ellas mismas, valoran más su matrimonio y se deprimen menos que aquellas que permanecen en sus casas. Según los últimos datos, cuando los niños cumplen los seis meses el 55 por ciento de las madres ya ha vuelto al trabajo, el 36 por ciento ocupa parte del horario (menos de 20 horas por semana) y el 19 por ciento cumple entre 20 y 40 horas semanales.
Un año después, teniendo los chicos un año y medio de edad, las cifras se incrementan todavía más. Los tiempos han cambiado y hoy la mujer tiene una educación y una carrera propias, legítimos derechos a los cuales no está dispuesta a renunciar.
Sin embargo, debe decirse que el trabajo de la mujer puede acarrear serias dificultades a la pareja si tenemos en cuenta que los dos llegan cansados del esfuerzo diario y necesitan ser atendidos. Claro que en la casa hay un bebé que precisa de todos los cuidados posibles y, lógicamente, no acepta bajo ningún punto de vista esperar siquiera un minuto.
Algunas madres son más felices si pueden permanecer en el hogar con su bebé, sin la preocupación de que otra persona lo está criando, y reintegrarse a la vida laboral cuando los chicos ya estén en el colegio. Pero otras, que han estado construyendo sus carreras profesionales con mucha pasión y esfuerzo, se ven imposibilitadas de adoptar esa decisión. De todos modos, aún no ha podido comprobarse si hay un impacto potencialmente negativo de la madre que trabaja con respecto a su hijo. Para que la ocupación de la mujer no afecte a la familia ni derive en desagradables peleas, hay dos factores fundamentales: que a ella le guste lo que hace y que él colabore con el cuidado del bebé y los quehaceres domésticos.
Al no darse alguna de estas condiciones empieza a crecer la insatisfacción hacia el matrimonio, aumentando la agresividad, disminuyendo la calidez y el sentido del deber como padres. El momento más crítico de la pareja suele ser el posterior al nacimiento, cuando en la parte final del embarazo las mujeres se sienten Incómodas y los hombres no saben qué hacer, aunque ambos todavía tienen tiempo para estar juntos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario