La sección del cordón
Con frecuencia, el retraso en seccionar el cordón ha sido vivamente criticado por los adversarios del nacimiento sin violencia. Algunos médicos arguyen que el cordón no cortado de inmediato mantiene la comunicación entre la placenta y el niño, favoreciendo así que la sangre del bebé pase a la placenta por el efecto de los vasos comunicantes.
A pesar de que esta hipótesis se basa en nociones corrientemente admitidas hasta el presente, los detractores más «cultivados» citan, para apoyar sus críticas, los trabajos de un equipo norteamericano dirigido por Th. Sisson, los cuales demuestran que hay en efecto una ligera pérdida de sangre del niño hacia la placenta, cuando éste se halla situado a un nivel superior.
Sin embargo, esos detractores olvidan precisar que los trabajos de dicho equipo fueron efectuados basándose en cesáreas y embarazos complicados, en especial de mujeres diabéticas, lo que cambia mucho la cuestión.
En efecto, al estar abierto el útero en la cesárea, las condiciones hemodinámicas están alteradas y, sobre todo, el «efecto esponja» ejercido sobre la placenta después del nacimiento por las contracciones uterinas no se produce. Por otra parte, en el hijo de una madre diabética existe con frecuencia una hipertensión venosa que crea artificialmente una transfusión del niño hacia la placenta.
Un estudio más reciente, más completo, más serio y más importante, llevado a cabo por otro equipo norteamericano, bajo la dirección de F. Kleiwberg, prueba por el contrario que en el curso del parto natural el retrasar la sección del cordón no tiene ninguna influencia sobre el volumen sanguíneo del bebé, siempre que éste no se encuentre a una altura de más de veinte centímetros por encima de la placenta.
En la práctica, el niño depositado sobre el vientre de la madre se encuentra a unos seis o siete centímetros —es decir, el espesor de la pared uterina más el de la pared abdominal de la madre— por encima de la placenta.
Además, un equipo inglés, dirigido por P. Dunn, ha demostrado que el útero ejerce sobre la placenta contracciones que actúan como cuando se exprime una esponja, y envía hacia el niño toda la sangre contenida en la placenta, realizando una auténtica transfusión de esta hacia el niño. En definitiva, exactamente lo contrario de lo que propugnan a grandes gritos los que se oponen a retrasar la sección del cordón.
Con frecuencia, el retraso en seccionar el cordón ha sido vivamente criticado por los adversarios del nacimiento sin violencia. Algunos médicos arguyen que el cordón no cortado de inmediato mantiene la comunicación entre la placenta y el niño, favoreciendo así que la sangre del bebé pase a la placenta por el efecto de los vasos comunicantes.
A pesar de que esta hipótesis se basa en nociones corrientemente admitidas hasta el presente, los detractores más «cultivados» citan, para apoyar sus críticas, los trabajos de un equipo norteamericano dirigido por Th. Sisson, los cuales demuestran que hay en efecto una ligera pérdida de sangre del niño hacia la placenta, cuando éste se halla situado a un nivel superior.
Sin embargo, esos detractores olvidan precisar que los trabajos de dicho equipo fueron efectuados basándose en cesáreas y embarazos complicados, en especial de mujeres diabéticas, lo que cambia mucho la cuestión.
En efecto, al estar abierto el útero en la cesárea, las condiciones hemodinámicas están alteradas y, sobre todo, el «efecto esponja» ejercido sobre la placenta después del nacimiento por las contracciones uterinas no se produce. Por otra parte, en el hijo de una madre diabética existe con frecuencia una hipertensión venosa que crea artificialmente una transfusión del niño hacia la placenta.
Un estudio más reciente, más completo, más serio y más importante, llevado a cabo por otro equipo norteamericano, bajo la dirección de F. Kleiwberg, prueba por el contrario que en el curso del parto natural el retrasar la sección del cordón no tiene ninguna influencia sobre el volumen sanguíneo del bebé, siempre que éste no se encuentre a una altura de más de veinte centímetros por encima de la placenta.
En la práctica, el niño depositado sobre el vientre de la madre se encuentra a unos seis o siete centímetros —es decir, el espesor de la pared uterina más el de la pared abdominal de la madre— por encima de la placenta.
Además, un equipo inglés, dirigido por P. Dunn, ha demostrado que el útero ejerce sobre la placenta contracciones que actúan como cuando se exprime una esponja, y envía hacia el niño toda la sangre contenida en la placenta, realizando una auténtica transfusión de esta hacia el niño. En definitiva, exactamente lo contrario de lo que propugnan a grandes gritos los que se oponen a retrasar la sección del cordón.