La mayoría de los médicos recomiendan por regla general a sus pacientes al comienzo del tercer trimestre del embarazo que sigan una serie de clases preparatorias para el parto sin dolor o psicoprofiláctico.
Esas clases, colectivas o individuales, las da una profesora, que suele ser también comadrona. También la Seguridad Social imparte para las mujeres con Cartilla de embarazada unos cursillos de preparación prenatal, totalmente gratuitos.
Tienen por objeto procurar a la mujer embarazada:
- En primer lugar, una preparación intelectual: cursillo de información sobre la fisiología del embarazo y del parto.
- En segundo lugar, una preparación psíquica, con el fin de desvanecer al máximo (en caso necesario) el temor al parto ya próximo.
- Por último, una preparación física, que comprende cuatro tipos de ejercicios:
— musculación;
— flexibilización;
— relajación (para saber relajarse durante las contracciones);
— los distintos tipos de respiración que se han de utilizar durante el parto.
Evidentemente, hay que repetir después esos mismos ejercicios en casa.
El mérito principal de esas clases consiste en infundir confianza a la mujer embarazada.
Cuanto más informada se está, menos miedo se tiene. La mujer empieza entonces a ser capaz de imaginar el parto: los síntomas anunciadores y los tres períodos del trabajo (dilatación, expulsión del niño y expulsión de la placenta). Durante el embarazo, oye contar tantas historias, cada una más edificante que la anterior, que al final ya no sabe distinguir entre lo real y lo falso.
Si la profesora que te da las clases de parto sin dolor es comadrona, sería ideal que estuviese presente durante el parto.
Así te asistiría, te ayudaría a adoptar sin asustarte los diferentes modos de respiración, a relajarte entre las contracciones, a empujar o a contenerte cuando sea necesario. En resumen, y como se dice comúnmente, a no perder la cabeza, lo que significa muchísimo.
Pero quizá has elegido otra manera de dar a luz. Esa discusión no es de mi incumbencia. Debe tener lugar entre el médico y tú. De todas formas, has de saber que existen varios métodos de atenuar, incluso de suprimir totalmente el dolor. Tienes derecho a elegir el que te convenga más, salvo, claro está, si hay imperativos de orden médico que imponen el recurso a otro.
Esas clases, colectivas o individuales, las da una profesora, que suele ser también comadrona. También la Seguridad Social imparte para las mujeres con Cartilla de embarazada unos cursillos de preparación prenatal, totalmente gratuitos.
Tienen por objeto procurar a la mujer embarazada:
- En primer lugar, una preparación intelectual: cursillo de información sobre la fisiología del embarazo y del parto.
- En segundo lugar, una preparación psíquica, con el fin de desvanecer al máximo (en caso necesario) el temor al parto ya próximo.
- Por último, una preparación física, que comprende cuatro tipos de ejercicios:
— musculación;
— flexibilización;
— relajación (para saber relajarse durante las contracciones);
— los distintos tipos de respiración que se han de utilizar durante el parto.
Evidentemente, hay que repetir después esos mismos ejercicios en casa.
El mérito principal de esas clases consiste en infundir confianza a la mujer embarazada.
Cuanto más informada se está, menos miedo se tiene. La mujer empieza entonces a ser capaz de imaginar el parto: los síntomas anunciadores y los tres períodos del trabajo (dilatación, expulsión del niño y expulsión de la placenta). Durante el embarazo, oye contar tantas historias, cada una más edificante que la anterior, que al final ya no sabe distinguir entre lo real y lo falso.
Si la profesora que te da las clases de parto sin dolor es comadrona, sería ideal que estuviese presente durante el parto.
Así te asistiría, te ayudaría a adoptar sin asustarte los diferentes modos de respiración, a relajarte entre las contracciones, a empujar o a contenerte cuando sea necesario. En resumen, y como se dice comúnmente, a no perder la cabeza, lo que significa muchísimo.
Pero quizá has elegido otra manera de dar a luz. Esa discusión no es de mi incumbencia. Debe tener lugar entre el médico y tú. De todas formas, has de saber que existen varios métodos de atenuar, incluso de suprimir totalmente el dolor. Tienes derecho a elegir el que te convenga más, salvo, claro está, si hay imperativos de orden médico que imponen el recurso a otro.