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Bebés gemelos: Similares pero diferentes

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jueves, 14 de abril de 2011

Final de la Dilatación - Parte 1


El fin del período de dilatación

Viene marcado por las contracciones, que se hacen más frecuentes (cada tres o cuatro minutos), más prolongadas (de cuarenta y cinco segundos a un minuto) y más intensas.

Generalmente, es en esta etapa cuando serás transportada a la sala de partos.

El catedrático español J. Arroyo y sus colaboradores han llevado a cabo un estudio sobre la influencia que tiene la posición de la parturienta sobre la calidad de las contracciones y la facilitación del parto. Un primer grupo de mujeres adoptó alternativamente la posición acostada o sentada durante el parto. Un segundo grupo, la posición acostada o de pie.

El segundo grupo mostró con claridad una disminución del dolor y un aumento de eficacia de las contracciones, con un significativo acortamiento de la duración del parto.

Dicho estudio científico parece pues confirmar el efecto benéfico de la posición en pie sobre el desarrollo subjetivo y objetivo del parto.

Quizá sea útil recordar a este respecto que la posición horizontal no es sino una idea muy reciente de los médicos occidentales, y que durante milenios las mujeres han dado a luz de pie, poniéndose de cuclillas durante la contracción.

La obra de G. J. Witkowski Accouchements chez tous les peuples (El alumbramiento en los diversos pueblos) que, pese a su antigüedad, es sin duda la más completa sobre el tema, así como las más recientes de M. Dumont o H. Speert, muestran la gran similitud de las posiciones naturales en todos los países y a lo largo de milenios.

En la gran mayoría de los casos, la posición espontáneamente adoptada por la parturienta es la siguiente: la mujer se coloca en cuclillas o arrodillada con el busto echado hacia atrás. Para mantener la posición, se sujeta por las rodillas y el pecho a una ayuda situada detrás de ella, o bien se engancha a una cuerda o un poste colocado delante.

miércoles, 13 de abril de 2011

Signos de comienzo del Parto


Has aprendido a reconocerlos; así pues, no deben sorprenderte ni inquietarte. Puede tratarse de diversos fenómenos:

Las contracciones uterinas. Poco intensas al principio, a modo de pequeños pellizcos, más marcadas después; en esta segunda etapa, cuando son más fuertes, sentirás que el útero —es decir la pared de tu vientre— se vuelve duro en toda su superficie.
Las contracciones son al principio muy irregulares, espaciadas de una media hora a una hora, y después se producen con mayor frecuencia y a intervalos más regulares. Debes anotar con cuidado la hora en que comienzan, y controlar su frecuencia y su duración.

La pérdida del tapón mucoso. Dicho tapón está formado por secreciones coaguladas que ocupan el cuello del útero. Cuando éste va a empezar a abrirse, el tapón mucoso será expulsado, a menudo acompañado de algunos hilillos de sangre. Esta expulsión traduce pues el comienzo del parto. A veces, puede preceder a la percepción de las contracciones dolorosas, pero sin embargo revela la existencia de contracciones indoloras, si bien lo bastante eficaces para lograr que el cuello del útero empiece a abrirse.

Rotura de la bolsa de las aguas. Se trata de la salida brusca y abundante de un líquido fluido y claro como el agua. Este fenómeno traduce simplemente la apertura de la bolsa de las aguas y la salida del líquido amniótico que baña el feto. Después del primer derrame abundante, las pérdidas persisten, si bien con menor abundancia.
Cuando constates estos síntomas, debes saber que es el momento de acudir a la clínica:

inmediatamente, si has roto aguas;

cuando las contracciones son regulares, si es que aún no has perdido aguas (contracciones cada quince minutos si el domicilio está cerca de la clínica).

Asimismo, debes saber que no debes ingerir nada a partir del momento en que creas haber comenzado la primera fase del parto,
ni siquiera agua.

En efecto, una imprevista complicación puede hacer necesario el
uso de la anestesia durante el parto.

martes, 12 de abril de 2011

El Parto


El Parto propiamente dicho

Al término de su descenso a través de la pelvis, la cabeza tropieza con la base perineal, lo que origina las ganas de empujar.

La expulsión constituye la fase activa del parto; activa por lo que respecta a la mujer, que «empujará» a cada nueva contracción, y activa por lo que respecta a la comadrona o el partero, quien guiará y controlará la salida del niño, para evitar cualquier desgarro perineovaginal.

Debo señalar, sin embargo, que ciertos parteros, partidarios de la vuelta al parto natural y convencidos de la necesidad de una reducción de los factores médicos en el nacimiento, evitan sistemáticamente intervenir en la salida de la cabeza del niño, dejando que ésta se produzca de manera espontánea.

Si bien esta actitud es a veces aceptable en el caso de las multíparas, de perineo flexible, el riesgo de desgarro me parece importante en las primerizas, o en el caso de un perineo rígido o cicatrizal. No olvidemos que en el pasado los desgarros perineales eran frecuentes, y a veces graves, y que si hoy raramente se producen se debe sobre todo a la práctica de la episiotomía.

Pese a que esté de acuerdo en que es necesario reducir los factores médicos en el embarazo y el parto, en los que se cometen fla-grantes excesos cientificistas, creo sin embargo que no hay que caer en el extremo opuesto. Por lo tanto, me declaro partidario de que el partero controle la salida de la cabeza del niño, en especial en el caso de las primerizas.

Esa salida controlada es pues la que voy a describirte a continuación.

A medida que se realizan los esfuerzos expulsivos, la cabeza, en su descenso, distenderá progresivamente la vulva. Es debido a esla distensión —que podría originar un desgarro si fuese demasiado exagerada o demasiado brutal— por lo que el partero debe guiar y controlar la cabeza en su salida de la vulva. Para controlarla, tratará de «asirla» a través del perineo, que se ha hecho más tino.

Una vez que la mano derecha del partero (con el índice doblado en forma de gancho) ha logrado «enganchar» la nariz o la respiración superficial (corta y rápida), y se relajará por completo.

Una vez ha salido la cabeza, el partero procede a sacar el resto del cuerpo. La cabeza se lleva con suavidad hacia abajo, a fin de proceder a la extracción del hombro y el brazo. Una tracción hacia arriba permite a continuación sacar el otro hombro y el otro brazo. El resto del cuerpo sale sin ninguna dificultad.

En lo que al niño se refiere, la actitud del partero difiere según éste aplique el método clásico de alumbramiento o, por el contra rio, sea partidario del nacimiento sin violencia.

En los capítulos siguientes te explicaré en qué consisten ambos métodos.

lunes, 11 de abril de 2011

Embarazadas - Dilatación Cervical


La dilatación cervical

Las contracciones uterinas tendrán como resultado abrir progresivamente el cuello uterino.

La dilatación del orificio del cuello se lleva a cabo del mismo modo que se abre el diafragma de una cámara fotográfica. Dicha dilatación es un elemento fundamental en la vigilancia de la buena marcha del parto; debe ser regular, progresiva y paralela a la duración del parto.

Al final de la etapa de dilatación ésta será completa (unos diez centímetros); es decir, el cuello habrá desaparecido, quedando en su lugar un cilindro continuo uterovaginal. La expulsión podrá realizarse.

domingo, 10 de abril de 2011

Parto Normal


Desarrollo del parto normal
A nivel esquemático, el parto evoluciona en dos períodos: Primero: un largo período de preparación.

Dicho período ocupa varias horas, y en el curso del mismo se desarrollan simultáneamente dos fenómenos fundamentales, por efecto de las contracciones uterinas:

— La apertura del cuello del útero, el cual se dilata de modo progresivo hasta permitir el paso de la cabeza del niño; se trata de la dilatación cervical (dilatación del cuello del útero).

— El descenso del niño a través del desfiladero óseo de la pelvis a fin de salir de la vagina, y de ahí al exterior.
Para simplificar las cosas, estudiaremos ambos fenómenos uno tras otro, pero hay que comprender que en realidad se desarrollan al mismo tiempo; el útero se abre a medida que el niño desciende.

Segundo: un corto período de expulsión
Se trata del parto propiamente dicho, que suele durar de 10 a 20minutos.

La expulsión, o parto propiamente dicho, tiene lugar cuando el Útero se halla por completo abierto (es decir, el cuello dilatado al máximo: dilatación completa), y cuando el niño (o al menos su cabeza, porción primera y más voluminosa) ha franqueado del todo el desfiladero óseo de la pelvis materna y llega a la vagina.

En el curso de la expulsión, el papel de la mujer se hace muy activo, ya que aparecen las ganas de empujar (esfuerzos expulsivos); y lo mismo ocurre con el partero, el cual debe intensificar su vigilancia y estar preparado para intervenir, a fin de facilitar la salida del niño.

La preparación
Tres fenómenos dominan este largo período y van a ser objeto de una atenta vigilancia:
— las contracciones uterinas;
— la dilatación;
— el descenso del niño.

Las contracciones uterinas
En la mayoría de los casos, su aparición marca el comienzo del Parto.

Son intermitentes, y cada una está separada de la siguiente por una tase de reposo más o menos larga. Son asimismo involuntarias, por lo que no se las puede provocar o suprimir a voluntad. Son sentidas como más o menos dolorosas.
Según se va desarrollando la fase preparatoria del parto, aumentan progresivamente de intensidad, de duración y de frecuencia; al principio se presentan cada media hora, por ejemplo, y se van acercando, hasta que al final se producen cada uno o dos minutos.

Esas contracciones tienen una doble acción: sobre el cuello ute-mio, que deberán abrir, y sobre el niño, que van a empujar al exterior.

sábado, 9 de abril de 2011

Momento de Parto - cosas que deben de suceder


Para que el niño salga de su caja deben abrirse pues dos barreras:

El saco amniótico: ruptura de la bolsa de las aguas.

El útero en su parte inferior (a nivel de la vagina), lo que se denomina cuello del útero. Dicho cuello se dilatará progresivamente para alcanzar una abertura máxima de 10 cm de diámetro, suficiente para dejar salir al niño de su caja hacia la vagina, y de ahí al exterior.

Una vez abiertas las barreras, no hay que olvidar que la parte baja de la caja uterina se halla situada en la pelvis ósea. El niño deberá pues, a través de las paredes adelgazadas del segmento inferior del útero, franquear los dos pasos de esa pelvis ósea, adaptando !a orientación de su cabeza a los diámetros mayores (diámetros oblicuos) de esos pasos óseos. Ese camino constituye el descenso del niño.

Resulta obvio que el niño sólo puede descender si las dos puertas de la caja se han abierto pero, inversamente, no basta con que se abran para que salga, sino que es necesario que descienda por el embudo óseo de la pelvis materna.

El útero como motor. El niño no desciende por su propio esfuerzo; es empujado pasivamente fuera del útero por la energía muscular de ese poderoso músculo.

Dicha energía muscular se ejerce de modo intermitente y rítmico; son las contracciones uterinas las que expulsan al niño fuera del útero, del mismo modo que se puede expulsar un hueso apretando el fruto que lo contiene.

viernes, 8 de abril de 2011

El útero en el Parto


Constituye a la vez la caja en la que se halla encerrado el niño, y en la que se desarrolla, y el motor que proporcionará la potencia expulsiva necesaria para el parto.

El útero como caja. El niño está encerrado en un saco lleno de líquido, el líquido amniótico («las aguas»). Ese saco se halla contenido en el útero, que es un gran músculo hueco. El útero, a su vez, está situado en el vientre, en medio de los intestinos y detrás de la vejiga.

Su parte baja se prolonga en la vagina y se halla rodeada por el embudo óseo de la pelvis materna.

jueves, 7 de abril de 2011

Mujeres Embarazadas - Ejercicios Preparto


Movimientos de pedaleo

— Tendida sobre la espalda, o mejor en posición semisentada, apoyándote en los codos, a fin de apoyar los ríñones en el suelo.

- Elevar los talones por encima del plano del suelo y ejecutar
con los pies movimientos de pedaleo; deben ser lentos, y los pies
deben quedar tan cerca del suelo como sea posible, sin tocarlo.


Movimiento de enroscamiento

- Tenderse de espaldas.

- Doblar los muslos y las rodillas, de modo que éstas queden tancerca como sea posible del tórax (deben mantenerse juntas).

- En esa posición, elevar la cabeza y los hombros, como si se fuera a tocar las rodillas con el mentón.
Relajar la cabeza lentamente. Reposar los pies también con lentitud.


Movimiento de cruzamiento

— Tendida de espaldas, manos tras la nuca, codos contra el suelo. Rodillas dobladas juntas, plantas de los pies apoyadas en el suelo.

— Inspiración abdominal profunda.

— Espiración profunda tocando la rodilla izquierda con el codo derecho.

— Realizar el mismo ejercicio, tocando la rodilla derecha con el codo izquierdo.

miércoles, 6 de abril de 2011

El Bebé en el Parto


En el momento del parto, al término del embarazo, él bebé mide unos cincuenta centímetros y pesa unos 3.250 gramos. La cabeza del niño constituye su parte más voluminosa; si pasa, el resto sale sin dificultad.

Puede decirse que en el 99 % de los casos el niño presenta primero la cabeza (cabeza hacia abajo) en la pelvis materna, a fin de colocarse y descender. En el 1 % de los casos presenta las nalgas, lo que plantea problemas concretos que no abordaremos aquí.

martes, 5 de abril de 2011

Mujeres Embarazadas - Ejercicios Abdominales


Ejercicios musculares. Músculos abdominales

Me parece superfluo destacar que una buena pared muscular abdominal aumenta por una parte tu comodidad durante el embarazo y, por otra, la calidad de los esfuerzos de expulsión, facilitando esta última.

Elevación de las piernas

- Tendida de espaldas, con los brazos a lo largo del cuerpo.

— Elevar lentamente la pierna derecha hasta la vertical, manteniendo tirantes la rodilla y la punta del pie, e inspirando (inspiración abdominal hinchando el vientre).

— Espirar manteniendo la pierna tensa en la vertical.

— Bajar la pierna muy despacio, practicando una espiración abdominal superficial.

— Realizar el mismo ejercicio con la pierna izquierda, y así sucesivamente.