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martes, 15 de marzo de 2011

Malformaciones en el Bebé


¿Qué riesgo hay de tener un hijo con malformaciones?

Esta pregunta traduce la ansiedad permanente de todas las embarazadas de cualquier época y país, así que no me sorprende que la formules... La esperaba.

Ante todo, quiero tranquilizarte, pues los riesgos son ínfimos: un caso por cada mil nacimientos, aproximadamente.
Entre las malformaciones debidas a una anomalía congénita (anomalía de los cromosomas, antes o poco después de la fecundación), la más habitual es el mongolismo, debida a la presencia de un cromosoma supernumerario, y que no sobrevive más que en un embarazo de cada 2.000 antes de los cuarenta años (pasada esa edad, el riesgo aumenta considerablemente).

Entre las malformaciones debidas a una embriopatía, es decir, a un trastorno en las primeras etapas de la formación del feto —en los primeros meses exclusivamente—, las más habituales son las debidas a la rubéola. Pero, además de que un alto número de mujeres en edad de quedar embarazadas se hallan inmunizadas contra esa enfermedad, que la vacunación puede proteger al resto y que el niño no tiene por qué ser atacado por dicha dolencia ni siquiera en las condiciones menos favorables, disponemos de análisis clínicos extremadamente precisos, que permiten al médico negar o afirmar la realidad del riesgo.

En caso afirmativo, es conveniente plantearse la interrupción del embarazo. En definitiva, si bien la manifestación de la rubéola en una mujer encinta, en el curso de los tres primeros meses del embarazo (repito que no hay ningún peligro más allá de esa fecha), puede ser causa de una comprensible inquietud, hay que insistir sin embargo en que el riesgo real es ínfimo.

Respecto a los medicamentos, he de decir que ya no son causa de malformaciones, debido a que en la actualidad se lleva a cabo un control muy severo, a fin de no prescribir a una embarazada ningún medicamento nuevo o poco conocido.

Existen otras causas, pero son tan diversas como raras.

En cuanto a los métodos de detección de malformaciones, los progresos son mucho menos espectaculares de lo que ciertos artículos de revistas han proclamado. El único medio de que disponemos es la punción amniótica (o amniocentesis), ya descrita.

Difícil y peligrosa en los primeros meses del embarazo, único período en que sería de utilidad, permite tan sólo detectar unas pocas malformaciones (esencialmente cromosómicas), y además no puede ser practicada de modo sistemático en cada examen médico preventivo. De hecho, no se utiliza sino en casos muy raros de malformaciones hereditarias. Por otra parte, la ecografía puede revelar ciertas anomalías importantes de tipo morfológico (hidrocefalia, ausencia de cerebro, malformaciones de los miembros, etc.), aunque generalmente en un feto ya grande.

lunes, 14 de marzo de 2011

Medicamentos Nocivos para el bebé


¿Qué medicamentos son peligrosos para el niño?

Tras el drama de la talidomida, se ha creado una auténtica psicosis con respecto a los medicamentos que puede tomar la futura madre. Sin embargo, no hay que sacar las cosas de quicio. La inmensa mayoría de los medicamentos no tiene efectos desfavorables sobre el niño, sobre todo después del tercer mes, ya que el riesgo eventual sólo existe en los tres primeros meses del embarazo.

No obstante, algunos medicamentos están terminantemente prohibidos, en el estado actual de conocimientos: las hormonas masculinas y productos derivados, los anticoagulantes a base de antivitamina K, los vermífugos a base de estaño, la vacuna contra la rubéola, los medicamentos anticancerosos, el yodo radiactivo y el radio. Desde luego, estos medicamentos jamás se prescriben a una embarazada.

Otros deben ser empleados con prudencia: los antitiroideos sintéticos, las dosis fuertes y prolongadas de barbitúricos y morfínicos, ciertos medicamentos para bajar la tensión, algunos antibióticos administrados en dosis altas y durante un período prolongado, y las vacunas contra la viruela, la rabia, la difteria, la fiebre amarilla y la poliomielitis.

Para acabar, citaré al profesor Giraud: «No sería razonable dejar de aplicar a una mujer encinta un tratamiento necesario en base a un exceso de precaución. Tal actitud no sólo podría serle perjudicial a ella, sino también a su hijo, que puede sufrir indirectamente una enfermedad materna, o incluso ser atacado por esa misma enfermedad. Restablecer de inmediato la salud de la madre no puede suponer sino ventajas para el niño, a condición de que la terapéutica empleada no presente riesgos para éste, lo que exige una prudencia muy comprensible».

sábado, 5 de marzo de 2011

El Parto - como calcular la fecha


¿Cómo calcular la fecha del parto?
La duración del embarazo es de nueve meses o 275 días a partir del día de la fecundación, es decir de la unión de un óvulo con un espermatozoide. La dificultad de fijar la fecha del parto dimana del hecho de que no hay manera de saber con seguridad la fecha de la concepción. A nivel esquemático, existen dos métodos para calcular la fecha probable del parto.

El primer método consiste en añadir 40 semanas a la fecha en que se produjo la última menstruación. Este método, muy empleado por los anglosajones, tiene la ventaja de estar basado en una fecha fácil de determinar, la del primer día de la última menstruación, si bien cerca de un 25 % de mujeres son incapaces de decir cuándo se produjo ésta.

El embarazo se mide en semanas a partir de dicha fecha; un embarazo de 12 semanas es aquel en que han transcurrido 12 semanas desde el primer día de la última regla. Este método tiene el inconveniente de no tener en cuenta el comienzo real del embarazo, el cual no coincide desde luego con la última regla, sino con la ovulación que sigue a ésta.

El período que media entre el primer día del ciclo menstrual y la ovulación es de 13 días, como término medio, si bien puede variar de una a tres e incluso cuatro semanas de una mujer a otra; influye sobre todo la longitud del ciclo: cuanto más largo es éste, más lo es el período preovulatorio.

Al no considerarse estas diferencias, puede fácilmente cometerse un error de una o dos semanas en la apreciación de la fecha probable del alumbramiento, fijada 40 semanas después de la última regla.

El segundo método consiste en determinar con la mayor exactitud posible la fecha de la ovulación, que coincide, con un error de unas veinticuatro horas, con la fecha de fecundación, es decir con el comienzo real del embarazo; a esta fecha hay que añadir nueve meses o 275 días.

viernes, 4 de marzo de 2011

Encuenta sobre Embarazo


La encuesta realizada en Ginebra por los doctores Pasini y Char-bonnier sobre el comportamiento sexual de las mujeres encinta muestra que un 63 % de ellas temen las consecuencias que el acto sexual pueda tener sobre el niño. En concreto:

— un 32 % temen un aborto o un parto prematuro;

— un 14%, una infección;

— un 6%, que el niño nazca con alguna anomalía.

Tanto en el hombre como en la mujer, la preocupación dominante la constituye el miedo a lesionar al feto con el pene. Más pronto o más tarde, tales razones mueven a la mayoría de las parejas a abstenerse de todo contacto sexual.

El informe Simón sobre el comportamiento sexual de los franceses
muestra que:

— sólo un 30 o 40 % de las parejas mantienen relaciones sexuales durante todo el embarazo;

— un 50% cesan en su actividad sexual en los últimos meses del mismo;

— de un 10 a un 20 % se abstienen de todo contacto sexual desde los primeros meses.

Quiero hacer notar que la diferencia entre el porcentaje de parejas que no cesan en su actividad sexual (30 a 40 %) y el de las mujeres encinta que temen lastimar al niño durante el coito (63 %) indica duramente que muchas mujeres realizan el acto sexual con aprensión, a fin de satisfacer la voluntad de su marido.

Una mejor comprensión por ambas partes, así como una mejor apreciación de la realidad anatómica y fisiológica, permitirían evitar muchos malentendidos y muchas angustias inconfesadas.

jueves, 3 de marzo de 2011

¿El Bebé se parecerá al padre o la madre?


¿A quién se parecerá mi hijo?
Ésta es una cuestión a la que resulta imposible responder, y vas a comprender por qué.

Tanto en lo que respecta al físico como al carácter, tu hijo dependerá de las particularidades hereditarias transmitidas por los cromosomas que sus padres le han legado. La primera célula que dará origen al embrión estará constituida por la unión del óvulo (formado en uno de tus ovarios), que contiene 23 cromosomas, y un espermatozoide de tu marido (contenido en su esperma, el cual se forma en los testículos), que contiene asimismo 23 cromosomas.

Los cromosomas son una especie de pequeños filamentos, situados en el núcleo de todas las células del organismo, y que son el vehículo de los caracteres hereditarios a lo largo de las generaciones.

El niño heredará pues características procedentes mitad de su padre y mitad de su madre, lo cual no significa que el niño sea un calcó de tu marido y tuyo a partes iguales, y eso por dos razones: en primer lugar, porque los cromosomas que le has transmitido (y los que le ha transmitido tu marido) provienen a su vez de la mitad de tu padre y la mitad de tu madre, y así indefinidamente.

En resumen, cada uno de sus ascendientes imprimirá su huella sobre el niño, huella por supuesto menos precisa cuanto más alejada en el tiempo. Cada uno de nosotros ha heredado ciertas características, más o menos difuminadas, que provienen de lejanos ancestros de la Edad Media o de la época de las cavernas, y que transmitiremos aún más difuminadas a nuestros hijos y nietos.

Y en segundo lugar, porque ciertos caracteres hereditarios son más vigorosos que otros; se trata de caracteres dominantes, por oposición a los caracteres recesivos, menos vigorosos. Así, los ojos oscuros prevalecen sobre los claros, y los cabellos rizados sobre los lisos. No obstante, los caracteres recesivos, habitualmente ocultos, pueden reaparecer en el niño cuando se ven reforzados por la existencia conjunta en ambos progenitores.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Consejos sobre Ocio y Vacaciones en la Embarazada


Los ratos de ocio deben orientarse a la distracción, la relajación y sobre todo SI descanso, en especial si realizas un trabajo fatigoso. Unas hofas de reposo tendida sobre el sofá, con las piernas ligeramente elevadas, te liberarán de las fatigas acumuladas durante los períodos de mayor actividad.

Durante las vacaciones, debes saber que:

— los baños de sol son perjudiciales para la piel (paño) y para la circulación venosa. Para cualquier exposición al sol debes proveerte de una sombrilla;

— el baño, ya sea en el mar, en la piscina o en el río, te permite practicar la natación, que constituye uno de los deportes más convenientes en tu estado. Sin embargo, debes tener la precaución de no bañarte jamás en agua fría. Asegúrate pues de la temperatura del agua y mójate de modo progresivo, comenzando por la nuca y la boca del estómago. Por otro lado, la hora del baño en relación con la última comida realizada no tiene ninguna importancia, prácticamente; las fatídicas tres horas después de las comidas, de obligado cumplimiento en nuestra infancia, en realidad carecen de base, ya que la digestión necesita entre seis y ocho horas;

_la altura, por encima de los 1.500 metros, no es recomendable para la mujer encinta, pues dificulta la respiración y disminuye la oxigenación;

_ la inmersión está asimismo prohibida, a causa de los mismos problemas respiratorios;

— respecto al tabaco, abstente de fumar o en todo caso no superes los 5 cigarrillos diarios, ya que la nicotina es muy nociva para el crecimiento del feto.

martes, 1 de marzo de 2011

Actividad sexual y embarazo



La actividad sexual en el embarazo ha sido objeto de varios estudios en los últimos años. Cabe citar los de: Masters y Johnson, sobre una muestra de 101 mujeres encinta; Solberg, sobre 260 mujeres; Pasini, sobre 100 mujeres, y Vellay, sobre otras 100.

Con todo, el más importante es el realizado por Schebat en el hospital internacional de la universidad de París, sobre una muestra de 272 mujeres embarazadas, del cual se han tomado los datos siguientes:

1. Promedio de edad de las mujeres encuestadas: 28 años.

2. Nivel de escolarización: estudios medios y superiores.

3. Frecuencia media de relaciones sexuales en el año anterior al embarazo:
— de 20 a 24 años: 3,86 coitos por semana;
— de 25 a 29 años: 3,05 coitos por semana;
— de 30 a 34 años: 2,25 coitos por semana;
— más de 35 años: 2,50 coitos por semana.

4. Frecuencia media de relaciones en el curso del embarazo:
— primer trimestre: 2,82 coitos por semana;
— segundo trimestre: 2,74 coitos por semana;
— séptimo y octavo mes: 1,87 coitos por semana;
— noveno mes: 0,76 coitos por semana.

5. Porcentaje de mujeres que hayan tenido al menos un contacto sexual en el último mes del embarazo: 58 %.
Tales cifras muestran una disminución de la frecuencia de relaciones sexuales a medida que avanza el embarazo, y asimismo en relación con la frecuencia antes del embarazo. Los estudios de Solberg y de Pasini apoyan dicha conclusión; no ocurre así con los de Masters y Johnson, que hablan de un aumento de la frecuencia en el segundo trimestre del embarazo. Por otra parte, las multíparas mantienen durante más tiempo su frecuencia normal, en contraposición a las primerizas.

Los casos, se da un paralelismo entre la frecuencia de coitos antes del embarazo y durante el mismo: «Las mujeres sexualmente muy activas fuera del embarazo —contacto sexual una o varias veces al día— mantienen una actividad y una frecuencia superiores a la media hasta bien avanzado el mismo. Por el contrario, las que sólo tienen contacto sexual una o dos veces por semana cesan en su actividad sexual bastante pronto, no manteniendo, prácticamente, relaciones sexuales a partir del séptimo mes».

lunes, 28 de febrero de 2011

Embarazo y Parto - El rol del Padre


Ha habido siempre una tendencia generalizada a alejar al futuro padre del mundo misterioso del embarazo y el parto. Puede parecer paradójico si se piensa que está directamente implicado en esta etapa fundamental de la vida de la pareja.


Afortunadamente, es preciso reconocer que desde hace algunos años su papel tiende a ser menos pasivo, y que un número creciente de padres van tomando conciencia de que el hecho de tener un hijo es cuestión de la pareja, y no tan sólo de la madre.
Resulta evidente que su papel físico, anatómico, es menos importante que el de la madre; sin embargo, su papel moral y psicológico es capital.

En efecto, debe ayudar moral y psicológicamente a su esposa desde el comienzo del embarazo; pero también materialmente, evitándole trabajos fatigosos. Me parece justo que desde los primeros meses tome conciencia de que, con un mínimo esfuerzo, puede constituir una eficaz ayuda, encargándose de una multitud de pequeñas tareas, que son el pan cotidiano de la vida familiar, y que los hombres suelen dejar en manos de las mujeres.

Un marido consciente debe esforzarse a cada momento en evitar a su esposa encinta cualquier sobrecarga de trabajo, condescendiendo para ello en lavar los platos, hacer la compra u ocuparse de los niños. Así, por medio de múltiples atenciones diarias, podrá descargar a su esposa de un exceso de fatiga, y jugar un papel activo en los meses del embarazo.

Debe asimismo asistir a las clases de preparación para el parto y tomar parte activa en la repetición de los ejercicios en casa.

Todas esas ocupaciones impiden al padre sentirse ajeno al milagro del nacimiento.

También es conveniente que, siempre que le sea posible, acompañe a su esposa a la consulta, a fin de seguir de cerca el proceso del embarazo y compartir con ella sus alegrías.

La pareja actual vive el embarazo como algo compartido.

Respecto al momento del parto, más adelante hablaré de lo conveniente que es la presencia del padre, sobre todo en el parto «sin violencia». No existen en efecto razones válidas para privar al padre de la alegría de estar presente en el nacimiento de su hijo.

Dado que el niño ha sido engendrado y deseado por los dos, y que ambos han compartido la larga espera, el nacimiento debe asimismo ser vivido por los dos miembros de la pareja.

Por supuesto, no se trata de obligar a un padre reticente a asistir al parto de su esposa, lo que podría acarrear un trauma psíquico. Sin embargo, considero que un padre que ha seguido muy de cerca el embarazo de su compañera experimentará el vivo deseo de asistir al parto, sobre todo si se trata de un «nacimiento sin violencia», en el que el aspecto quirúrgico, técnico y por lo tanto impresionante deja sitio a un clima de sosegada ternura, más adecuado para la llegada del bebé.

domingo, 27 de febrero de 2011

La Herencia en el Embarazo


Tenemos unos padres de ojos marrones, cada uno de los cuales tiene algún ascendiente de ojos azules. Ambos llevan en sus cromosomas el carácter que indica ojos azules, si bien en estado recesivo, pues de lo contrario los dos tendrían los ojos de ese color.

Si el azar hace que cada progenitor transmita al niño el carácter «ojos azules», éste es reforzado y se convierte en dominante; por consiguiente, el niño puede tener los ojos azules.

Esta transmisión de las particularidades físicas se da igualmente en el caso de las características morales, los rasgos del carácter y las dotes artísticas, si bien en este campo las cosas no resultan tan claras, dada la influencia preponderante del ambiente (entorno social, educación, amistades, etc.), que impone su impronta particular.

Es asimismo indiscutible que ciertas «debilidades» constitucionales o ciertas afecciones pueden ser transmitidas por la herencia. Citemos las «tendencias» hereditarias más conocidas: reumatismo, fragilidad venosa y varices, diabetes, asma, etc. Respecto a las enfermedades de transmisión hereditaria, citaré la hemofilia, el albinismo, ciertas sorderas, etcétera.

La posible existencia de esas taras en estado recesivo, es decir oculto, explica por qué los matrimonios consanguíneos son absolutamente desaconsejables. El hecho de tener los mismos ascendientes aumenta el riesgo de que ambos progenitores tengan la misma tara en estado recesivo, favoreciendo su aparición en el niño.

Resumiendo, queda claro ahora que tu hijo va a recibir en herencia una multitud de posibles características físicas e intelectuales, que se combinarán o se eliminarán unas a otras, siguiendo las leyes de la genética y las leyes que rigen las matemáticas de los grandes números.

La complejidad de tales procesos hace que al final las características del niño parezcan depender del azar, si bien con una clara pero imprevisible influencia de los ascendientes más directos: los padres y los abuelos.

sábado, 26 de febrero de 2011

El embarazo también puede disminuir el deseo sexual


El embarazo puede asimismo disminuir el deseo sexual

Muchas mujeres sufren, por el contrario, cierta inhibición sexual que les hace apartarse de su marido- Dicha inhibición puede tener diversas causas.

Muy a menudo, se apoya en el temor, tal vez inconsciente, de que el acto sexual pueda resultar peligroso para el niño o para el útero.

Por otra parte, la inhibición sexual se explica por el hecho de que, absorbida por el futuro nacimiento, la mujer encinta tiene tendencia a devenir más madre que esposa y, ya volcada hacia el futuro bebé, a descuidar a su marido.

Finalmente, las dificultades sexuales pueden traducir un rechazo más o menos inconsciente del embarazo, ya sea por las consecuencias físicas que^acarrea (el abultado vientre, las grietas, el paño, etc.), o bien porque el niño no sea deseado, lo que provoca en la madre agresividad o sentimiento de culpa.

En cualquier caso, la mujer buscará inconscientemente, mediante el rechazo del acto sexual o del orgasmo, castigarse o castigar al marido, responsable de su estado.

La actitud del marido es determinante, pues amplificará las tendencias espontáneas de su esposa. Tierno y atento, sabiendo demostrarle que sigue estando tan deseable como antes —si no más—, el hombre contribuirá al completo goce de su compañera, cuya sexualidad podrá alcanzar cotas jamás sospechadas fuera del embarazo.

Si por el contrario se muestra distante o reticente, favorecerá los factores inhibitorios y de infravaloración expuestos anteriormente.

La mujer embarazada tiene con frecuencia dos vías a su disposición: la triunfal —que conlleva el goce moral, físico y sexual— y la desastrosa de la culpa, la angustia y el temor. El hombre juega un papel preponderante a la hora de ayudarla a introducirse por una u otra vía.