La humanización está a la orden del día. Se desea humanizar los hospitales (en todo caso, se habla de ello desde hace tiempo), así como también se desea humanizar la muerte, tema que abordan, con justa razón, tanto los grandes pensadores como los grandes médicos. Pienso que sería lícito empezar por el principio, es decir humanizando el nacimiento.
El método del parto psicoprofiláctico, denominado «parto sin dolor» (PSD), constituyó la primera etapa importante en la vía de la humanización del nacimiento. Tras haber sufrido pasivamente el parto, entre gritos y dolores, durante siglos, la mujer occidental se benefició, hace varias décadas, de una verdadera revolución psicológica: la mujer moderna participa al fin, en tanto que adulta consciente, informada y preparada, en el maravilloso acto de dar la vida.
Al mismo tiempo, las angustias y dolores ancestrales han desaparecido o se han mitigado considerablemente. Como ya he dicho, ese cambio ha sido posible gracias a la intuición genial de un modesto tocólogo inglés, el doctor Read, y a los trabajos de los fisiolo-gistas rusos.
¿Cuál ha sido la reacción del cuerpo médico ante esas nociones nuevas? Por desgracia, y como tan a menudo ocurre cuando se habla del dominio psicológico, la ironía y el desinterés. Sólo gracias a la presión de la prensa y de la opinión pública, el cuerpo médico lia acabado por adoptar esos métodos, los cuales han tardado casi veinte años en pasar a formar parte de la práctica cotidiana. En la actualidad, todas las futuras madres se benefician de esa preparación, que supone una auténtica humanización del parto.
El «método» Leboyer (pongo «método» entre comillas porque, como veremos, se trata más de un estado mental que de un método propiamente dicho) parece completar de maravilla al parto sin dolor.
El método del parto psicoprofiláctico, denominado «parto sin dolor» (PSD), constituyó la primera etapa importante en la vía de la humanización del nacimiento. Tras haber sufrido pasivamente el parto, entre gritos y dolores, durante siglos, la mujer occidental se benefició, hace varias décadas, de una verdadera revolución psicológica: la mujer moderna participa al fin, en tanto que adulta consciente, informada y preparada, en el maravilloso acto de dar la vida.
Al mismo tiempo, las angustias y dolores ancestrales han desaparecido o se han mitigado considerablemente. Como ya he dicho, ese cambio ha sido posible gracias a la intuición genial de un modesto tocólogo inglés, el doctor Read, y a los trabajos de los fisiolo-gistas rusos.
¿Cuál ha sido la reacción del cuerpo médico ante esas nociones nuevas? Por desgracia, y como tan a menudo ocurre cuando se habla del dominio psicológico, la ironía y el desinterés. Sólo gracias a la presión de la prensa y de la opinión pública, el cuerpo médico lia acabado por adoptar esos métodos, los cuales han tardado casi veinte años en pasar a formar parte de la práctica cotidiana. En la actualidad, todas las futuras madres se benefician de esa preparación, que supone una auténtica humanización del parto.
El «método» Leboyer (pongo «método» entre comillas porque, como veremos, se trata más de un estado mental que de un método propiamente dicho) parece completar de maravilla al parto sin dolor.