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martes, 2 de agosto de 2011

La Comunicación del Bebé


La medicina empieza a estudiar científicamente ese medio de comunicación del bebé: los gritos. En efecto, médicos norteamericanos y escandinavos han efectuado centenares y centenares de grabaciones de gritos de lactantes. Esos complejos estudios les han permitido distinguir varios tipos de gritos: el grito del nacimiento (obligatorio y que causa el despliegue de los alvéolos pulmonares), los gritos de dolor, gritos de hambre e incluso gritos de alegría.

Dichos investigadores comienzan incluso a distinguir los gritos del niño normal de los del niño enfermo, a partir de ciertas características del grito (duración, intensidad del sonido, tiempo de inspiración o espiración, etcétera).

Todas esas investigaciones, así como los progresos realizados, demuestran que el grito es una llamada, el esbozo de una comunicación. Comunicación imperfecta en alto grado, ciertamente, pero la única posible. Los amos atentos saben reconocer entonaciones y sentimientos distintos en el ladrido de su perro. Teniendo en cuenta además su inteligencia, es fácil imaginar la complejidad del mensaje que el bebé puede transmitir en su grito.

Así pues, señores pediatras, dejen de creer que el bebé grita para molestar a sus padres.

El más célebre de los pediatras actuales, el doctor Bruno Bettel-heim, ha resumido perfectamente en un ejemplo lo que yo quiero decir: «... un niño llora por la noche y los padres, turbado su sueño, están furiosos, exasperados. De pronto, se les ocurre tomarle la temperatura al bebé; tiene una elevada fiebre. De inmediato desaparece el furor de los padres, y soportan muy bien los gritos que un instante antes les exasperaban. ¿Por qué? Porque sus gritos han adquirido sentido».

El problema radica pues en comprender lo que quiere decir el niño, y en asimilar en cualquier caso que sus gritos tienen un sentido, quieren decir algo, constituyen una llamada. No es culpa suya si esa llamada no es muy clara (tampoco la comunicación es mucho más fácil entre los adultos, a pesar del uso de la palabra...).

Nos toca a nosotros, los adultos, tratar de comprender al bebé y, como mínimo, responder a su llamada. El timbre de la habitación del operado no indica al sonar la razón por la que llama el enfermo, sino tan sólo que lo hace, y eso basta para que la enfermera acuda de inmediato.