No podemos decir que el insomnio se presenta en el niño de la misma forma que en el adulto; pero en ambos, la llegada de la noche puede promover ansiedad y temor. Es el momento de quedarse solo, enfrentado con algo desconocido; de alguna manera se emprende un viaje a otra dimensión.
Dé allí que exista, alrededor de la noche, toda una mitología: brujas, fantasmas y vampiros. En la temprana infancia esto se ve incrementado cuando los padres se separan del niño y éste debe aceptar que ambos se quedan juntos y lo excluyen.
Se suman entonces dos emociones muy intensas: el miedo a la separación y el temor a la exclusión.
Es por ello que entre los dos a tres años comienzan a manifestarse las dificultades para conciliar el sueño. El niño no quiere irse a dormir. Se resiste, llora o expresa su resistencia en los rituales nocturnos, exigiendo que la madre se quede junto a él, que lo acune, que no apague la luz, que no cierre la puerta. Más adelante podrá acompañarse con un muñeco querido que actúa como tranquilizador.
Otras conductas pueden tener también el mismo valor; por ejemplo, la succión del pulgar. Los cuentos también cumplen esa función: acompañan al niño, poblando de palabras, personajes, historias, ese mundo que se le presenta como vacío de la compañía materna, de la luz y del movimiento del día.
Dé allí que exista, alrededor de la noche, toda una mitología: brujas, fantasmas y vampiros. En la temprana infancia esto se ve incrementado cuando los padres se separan del niño y éste debe aceptar que ambos se quedan juntos y lo excluyen.
Se suman entonces dos emociones muy intensas: el miedo a la separación y el temor a la exclusión.
Es por ello que entre los dos a tres años comienzan a manifestarse las dificultades para conciliar el sueño. El niño no quiere irse a dormir. Se resiste, llora o expresa su resistencia en los rituales nocturnos, exigiendo que la madre se quede junto a él, que lo acune, que no apague la luz, que no cierre la puerta. Más adelante podrá acompañarse con un muñeco querido que actúa como tranquilizador.
Otras conductas pueden tener también el mismo valor; por ejemplo, la succión del pulgar. Los cuentos también cumplen esa función: acompañan al niño, poblando de palabras, personajes, historias, ese mundo que se le presenta como vacío de la compañía materna, de la luz y del movimiento del día.
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