¿Qué hacer cuando el bebé llama a su madre?
(por término medio, las madres hacen como que no oyen los gritos una vez de cada dos), lo único que podrá hacer será renovar su llanto cada vez con mayor frecuencia, y su inquietud y angustia irán en aumento. El operado que toca el timbre para llamar a la enfermera ¿qué crees que hará si ésta no acude?
Incapaz de moverse, clavado en su lecho, como el bebé, se pondrá cada vez más nervioso, y cada minuto que pase verá aumentar su angustia, hasta la tan esperada llegada de la enfermera, cuya mera presencia resulta tranquilizadora. No olvides que para tu hijo los gritos son como el timbre para el operado o el enfermo de gravedad.
¿Dejarías a tu marido, enfermo y solo, perdido en su habitación de hospital, llamar y llamar sin esperanza...? Pues eso es exactamente lo que algunos pediatras aconsejan que se haga con los bebés.
En efecto, muchos son los pediatras que preconizan no responder a la llamada del niño «para que no adquiera malos hábitos». Por un momento, imagínate a ti misma, con una mínima luz o incluso en completa oscuridad, y llamando toda la noche a la enfermera... ¿Qué dirías si al día siguiente te respondieran a guisa de explicación: «La enfermera no se molestó en acudir porque no quería que usted adquiriese malos hábitos»...? Desearía que esos pediatras, tan duros con los indefensos bebés, conocieran a su vez un día, en su propia carne, la angustia de estar solos, de tener miedo y de reclamar en vano una ayuda que no llega. Entonces quizá comprenderían lo que infligen a los bebés.
En una ocasión leí algo horrible: «La famosa relación entre madre e hijo durante los primeros años, tan invocada por la ideología contemporánea para explicar todas las felicidades y todas las desgracias, nos parece una superstición de las más monumentales». La persona que osó escribir esto es un pediatra, que dispone de una amplia audiencia en la prensa, la radio y la televisión francesas. Se trata del profesor Debray-Ritzen; no olvides ese nombre.
Volviendo a la doctora Ainsworth, sus trabajos no sólo han arrojado luz sobre el hecho de que cuantas más pruebas de amor dé la madre a su hijo más feliz será éste y menos llorará, sino asimismo sobre el modo en que la madre debe aportar esas pruebas de amor a su bebé.
(por término medio, las madres hacen como que no oyen los gritos una vez de cada dos), lo único que podrá hacer será renovar su llanto cada vez con mayor frecuencia, y su inquietud y angustia irán en aumento. El operado que toca el timbre para llamar a la enfermera ¿qué crees que hará si ésta no acude?
Incapaz de moverse, clavado en su lecho, como el bebé, se pondrá cada vez más nervioso, y cada minuto que pase verá aumentar su angustia, hasta la tan esperada llegada de la enfermera, cuya mera presencia resulta tranquilizadora. No olvides que para tu hijo los gritos son como el timbre para el operado o el enfermo de gravedad.
¿Dejarías a tu marido, enfermo y solo, perdido en su habitación de hospital, llamar y llamar sin esperanza...? Pues eso es exactamente lo que algunos pediatras aconsejan que se haga con los bebés.
En efecto, muchos son los pediatras que preconizan no responder a la llamada del niño «para que no adquiera malos hábitos». Por un momento, imagínate a ti misma, con una mínima luz o incluso en completa oscuridad, y llamando toda la noche a la enfermera... ¿Qué dirías si al día siguiente te respondieran a guisa de explicación: «La enfermera no se molestó en acudir porque no quería que usted adquiriese malos hábitos»...? Desearía que esos pediatras, tan duros con los indefensos bebés, conocieran a su vez un día, en su propia carne, la angustia de estar solos, de tener miedo y de reclamar en vano una ayuda que no llega. Entonces quizá comprenderían lo que infligen a los bebés.
En una ocasión leí algo horrible: «La famosa relación entre madre e hijo durante los primeros años, tan invocada por la ideología contemporánea para explicar todas las felicidades y todas las desgracias, nos parece una superstición de las más monumentales». La persona que osó escribir esto es un pediatra, que dispone de una amplia audiencia en la prensa, la radio y la televisión francesas. Se trata del profesor Debray-Ritzen; no olvides ese nombre.
Volviendo a la doctora Ainsworth, sus trabajos no sólo han arrojado luz sobre el hecho de que cuantas más pruebas de amor dé la madre a su hijo más feliz será éste y menos llorará, sino asimismo sobre el modo en que la madre debe aportar esas pruebas de amor a su bebé.
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