El aspecto educativo de la alimentación
Dar de comer al niño significa mucho más que meter el alimento en su boca. Supone un importante acto educativo, que se inicia en los primeros días de la vida. Los primeros reflejos condicionados nacen de la alimentación. A través de ella se establece la relación básica entre madre e hijo y constituye también la base para la aparición de las capacidades, las actitudes y los hábitos.
Por lo tanto, aliméntale cuando tiene hambre, está tranquilo y en buena salud. Concédele toda la independencia posible y no combines la alimentación con situaciones y estímulos desagradables: regaños, cólera, precipitación, imposición de la comida o castigos. Respeta el estado del pequeño. Si está cansado y tiene sueño, déjale dormir primero o, mucho mejor aún, no permitas que llegue a estar cansado y soñoliento. Y cuando esté enfermo, dale de comer con el máximo de consideraciones.
Estimula a tu hijo a que sea activo durante la alimentación mostrándole el biberón y dándoselo de manera que incline la cabeza y atraiga la tetina por sí mismo. Algunos niños sujetan el biberón con las manos. En el cuarto mes, a veces antes, se les puede enseñar a comer con una cucharilla.
Si le metes la cucharilla mientras tiene aún la boca llena, dejará de abrirla cuando la vea y echará la mano a ella. No le abras nunca la boca con la cucharilla. En el sexto mes, ponle un pedazo de pan o de manzana en la mano, para enseñarle a meterse el alimento en la boca. Al principio, se limitará a chuparlo. Luego lo morderá.
Puedes enseñarle a comer sin mancharse casi desde el principio. Si le das de comer con cucharilla, ponle un babero, limpíale la cara cuando se manche, manten la mesa limpia y convéncete de que si demuestras que una cara y una mesa sucias te resultan poco agradables crearás una actitud de rechazo frente a la suciedad.
Dar de comer al niño significa mucho más que meter el alimento en su boca. Supone un importante acto educativo, que se inicia en los primeros días de la vida. Los primeros reflejos condicionados nacen de la alimentación. A través de ella se establece la relación básica entre madre e hijo y constituye también la base para la aparición de las capacidades, las actitudes y los hábitos.
Por lo tanto, aliméntale cuando tiene hambre, está tranquilo y en buena salud. Concédele toda la independencia posible y no combines la alimentación con situaciones y estímulos desagradables: regaños, cólera, precipitación, imposición de la comida o castigos. Respeta el estado del pequeño. Si está cansado y tiene sueño, déjale dormir primero o, mucho mejor aún, no permitas que llegue a estar cansado y soñoliento. Y cuando esté enfermo, dale de comer con el máximo de consideraciones.
Estimula a tu hijo a que sea activo durante la alimentación mostrándole el biberón y dándoselo de manera que incline la cabeza y atraiga la tetina por sí mismo. Algunos niños sujetan el biberón con las manos. En el cuarto mes, a veces antes, se les puede enseñar a comer con una cucharilla.
Si le metes la cucharilla mientras tiene aún la boca llena, dejará de abrirla cuando la vea y echará la mano a ella. No le abras nunca la boca con la cucharilla. En el sexto mes, ponle un pedazo de pan o de manzana en la mano, para enseñarle a meterse el alimento en la boca. Al principio, se limitará a chuparlo. Luego lo morderá.
Puedes enseñarle a comer sin mancharse casi desde el principio. Si le das de comer con cucharilla, ponle un babero, limpíale la cara cuando se manche, manten la mesa limpia y convéncete de que si demuestras que una cara y una mesa sucias te resultan poco agradables crearás una actitud de rechazo frente a la suciedad.