Las nociones, ya clásicas, sobre el desarrollo intelectual del niño se desprenden de los trabajos de Jean Piaget, el célebre psicólogo suizo.
Para él, los niños construyen su universo mental pasando por etapas claramente determinadas y que siguen un orden invariable: «... la adquisición de ciertas nociones por parte del niño es imposible en tanto no se ha alcanzado la etapa correspondiente».
Este modo de ver las cosas es compartido por el profesor francés Francois Lhermite, el cual escribe: «... el desarrollo cognoscitivo sigue etapas que en la actualidad están bien definidas, ninguna de las cuales podría ser omitida en la progresión que conduce al pensamiento hipóte tico-deductivo según la concepción de Piaget».
Sin embargo, los más recientes trabajos parecen contradecir ese modo un tanto rígido de enfocar el proceso de «maduración intelectual». En especial, las numerosas investigaciones efectuadas por embriólogos y fisiólogos a partir de embriones animales y de animales recién nacidos.
Para todos esos autores: «... la función puede desempeñar un papel en la maduración normal de los órganos y del cerebro, y por consiguiente en el desarrollo del comportamiento [...].
El momento de aparición de una determinada conducta depende de la función o de la experiencia. En ausencia de toda experiencia, el comportamiento en cuestión aparecerá a pesar de todo, aunque mucho más tarde [...].
Esta idea de «facilitamiento» implica asimismo que, si bien ciertas aptitudes comportamentales propias de una especie pueden desarrollarse en ausencia de experiencia anterior, nunca podrán alcanzar su más alto nivel de funcionamiento o de diferenciación [...].
La experiencia precoz produce —con respecto a un estado ulterior normal— fenómenos que jamás se manifestarían si no hubiera existido dicha experiencia precoz [...]. Los ejemplos de inducción (influencia determinante de una experiencia precoz) subrayan la importancia de la plasticidad com-portamental a lo largo del desarrollo...».
Para él, los niños construyen su universo mental pasando por etapas claramente determinadas y que siguen un orden invariable: «... la adquisición de ciertas nociones por parte del niño es imposible en tanto no se ha alcanzado la etapa correspondiente».
Este modo de ver las cosas es compartido por el profesor francés Francois Lhermite, el cual escribe: «... el desarrollo cognoscitivo sigue etapas que en la actualidad están bien definidas, ninguna de las cuales podría ser omitida en la progresión que conduce al pensamiento hipóte tico-deductivo según la concepción de Piaget».
Sin embargo, los más recientes trabajos parecen contradecir ese modo un tanto rígido de enfocar el proceso de «maduración intelectual». En especial, las numerosas investigaciones efectuadas por embriólogos y fisiólogos a partir de embriones animales y de animales recién nacidos.
Para todos esos autores: «... la función puede desempeñar un papel en la maduración normal de los órganos y del cerebro, y por consiguiente en el desarrollo del comportamiento [...].
El momento de aparición de una determinada conducta depende de la función o de la experiencia. En ausencia de toda experiencia, el comportamiento en cuestión aparecerá a pesar de todo, aunque mucho más tarde [...].
Esta idea de «facilitamiento» implica asimismo que, si bien ciertas aptitudes comportamentales propias de una especie pueden desarrollarse en ausencia de experiencia anterior, nunca podrán alcanzar su más alto nivel de funcionamiento o de diferenciación [...].
La experiencia precoz produce —con respecto a un estado ulterior normal— fenómenos que jamás se manifestarían si no hubiera existido dicha experiencia precoz [...]. Los ejemplos de inducción (influencia determinante de una experiencia precoz) subrayan la importancia de la plasticidad com-portamental a lo largo del desarrollo...».